La gente que es supersticiosa, cree que si rompe un espejo, tendrá siete años de mala suerte. Esta tradición no es de ahora, sino que ya en el siglo I, los romanos consideraban que este acto daba mala suerte y que esa mala suerte duraría siete años. Sin embargo, la historia no comienza aquí.
Todos conocemos a alguien que cree en las supersticiones, es decir, una creencia extraña a la fe religiosa y contraria a la razón, según la Real Academia Española (RAE); o en pensar que determinados hechos proporcionan buena o mala suerte.
Entre los gatos negros y los tréboles de cuatro hojas, pasando por el salero que se cae encima de la mesa, podríamos hacer una lista de supersticiones que en nuestra sociedad, aunque parezca que no, están bastante presentes. Una de ellas es el romper un espejo.
La gente que es supersticiosa, cree que si rompe un espejo, tendrá siete años de mala suerte. Esta tradición no es de ahora, sino que ya en el siglo I, los romanos consideraban que este acto daba mala suerte y que esa mala suerte duraría siete años. Sin embargo, la historia no comienza aquí.
De griegos a romanos hasta nuestros días
Fue en el siglo VI a.C. cuando los griegos llevaban a cabo una práctica de adivinación -la catoptromancia- en la que, en unos cuencos de cristal o de cerámica llenos de agua, el adivino veía el futuro de cualquier persona -como la bola de cristal-.
Si uno de estos espejos se caía y se rompía, lo que el vidente interpretaba era que esa persona que sujetaba el cuento, no tendría futuro, pues no tardaría en morir. Otra interpretación estaba relacionada con que su futuro le reservaba unos acontecimientos tan catastróficos, que los dioses, amablemente, querían evitar a esa persona una visión capaz de trastornarla profundamente.
Después de que los romanos en el siglo I adoptaran esta superstición, en la Italia del siglo XV, los espejos eran muy caros y los sirvientes eran los encargados de colocarlos. A estos se les advertía de que romper uno de esos nuevos tesoros equivalía a siete años de un destino peor que la muerte.
Cuando a mediados del siglo XVII empezaron a fabricarse en Inglaterra y en Francia espejos baratos, la superstición del espejo roto estaba ya extendida y firmemente arraigada en la tradición. Ahora, esta superstición se ha ido trasmitiendo de generación en generación en la Europa que conocemos.
