Un estudio ha revelado que los perros comprenden lo que decimos y cómo lo decimos. Algo no exclusivo de los gatos, quienes se ha demostrado que comprenden principios de física.
Todos los que tenemos mascotas en casa sabemos a la perfección lo que es llamarlos por su nombre y que vengan; regañarlos por haber hecho algo mal y que entiendan que lo han hecho mal. Y todos hemos pensado o dicho que a nuestro compañero simplemente le falta hablar para ser del todo inteligente. Pero ni siquiera les es necesario.
Un nuevo estudio publicado en la revista Science ha demostrado que los perros tienen la capacidad de distinguir las palabras que empleamos cuando nos dirigimos a ellos y la entonación que usamos. Además, utilizan regiones del cerebro similares a los que usan los humanos, por lo que, aunque no hablen, las conclusiones del estudio muestran que la capacidad de aprendizaje del vocabulario no es exclusivamente humana.
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Para realizar el estudio, los científicos introdujeron a trece perros de diferentes razas en una máquina de resonancia magnética funcional para estudiar sus reacciones al lenguaje. Los resultados revelan que los perros reconocieron cada palabra como algo distinto, independientemente de la entonación, y que lo hicieron utilizando el hemisferio izquierdo del cerebro, al igual que los humanos. El objetivo de los investigadores era comprobar si en los perros también funcionan estos dos mecanismos por separado y cómo lo hacen.
Sin embargo, los perros no son los únicos que han mostrado una inteligencia superior de la que nos esperábamos. Según un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Kyoto en Japón, dirigido por Saho Takagi y publicadas en la revista Animal Cognition, los gatos comprenden principios de física. Sí, aunque nos suene un poco extraño, los felinos comprenden el principio causa-efecto, algo que, combinado con su agudo sentido del oído -entre otras cosas-, les hace más fácil cazar a sus presas ya que pueden predecir dónde se esconden.
¿En qué consistieron ambos estudios?
En cuanto a los perros, escucharon unas grabaciones con las voces de sus instructores que combinaban distintas palabras de elogio y neutras con varios tipos de entonación. De esta manera, los investigadores estudiaban las reacciones en su cerebro.
Las conclusiones que sacaron fue que los perros distinguían el significado de las palabras y, por otro lado, la entonación con la que se decían estas -algo similar a lo que hacen los humanos-. Además, lo hacían con el hemisferio izquierdo -también igual que nosotros-. Por lo que los investigadores concluyeron que los perros diferencian lo que decimos y cómo lo decimos, además de combinar ambos elementos para saber qué significan esas palabras.
Por otro lado, con los felinos se partía de la base de que los gatos predicen la presencia de objetos invisibles en base a lo que escuchan. Lo que se quería averiguar era si una regla causal para deducir si un recipiente contiene un objeto, en función de si se agita y si produce sonido o no. El equipo quería determinar si esperan que un objeto se caiga o no, una vez que el contenedor se hubiese dado la vuelta.
Las conclusiones fueron que parecían mirar más tiempo a los recipientes que se agitaron junto con un ruido. Esto sugiere que utilizan una ley física para inferir la existencia -o falta- de objetos en función de si oyen ruido -o no-. Esto les ayudó a predecir si un objeto aparecería -o no- una vez que el contenedor fuese volteado. Los animales quedaron también más tiempo mirando fijamente a los recipientes en condiciones incongruentes, significando un objeto caído a pesar de haber sido sacudido sin ruido o al revés. Es como si los gatos se dieran cuenta de que tales condiciones no se ajustan a su comprensión de la lógica causal.
