La contaminación del aire podría afectar a los ciclos menstruales

Según un trabajo realizado por expertos en ginecología, obstetricia y epidemiología de la Universidad de Boston y de Harvard, concluye que la calidad del aire que respiramos puede alterar el ciclo menstrual de las mujeres de entre 14 y 18 años, provocando que la aparición del primer periodo (menarquia) se retrase.

Los científicos llevaron a cabo un estudio transversal sobre una muestra de 34.832 adolescentes, alumnas de distintas escuelas secundarias, situadas en lugares cuyas atmósferas albergaban diferentes cantidades de partículas en suspensión. Los datos evidenciaron que a mayor cantidad de estas partículas, mayor índice de irregularidades, entre moderadas y persistentes, y mayor acumulación de andrógenos, que son las principales hormonas sexuales masculinas que juegan también un papel importante en el organismo femenino.

Otro estudio, realizado por distintas universidades polacas, en el que se analizaron los efectos de la polución en el ciclo menstrual de mujeres de entre 24 y 35 años, concluyó que la exposición a la contaminación también afecta a la tercera fase del ciclo. La llamada fase lútea, en la que, tras la liberación del óvulo, se forma un tejido en torno al ovario que produce la progestetrona para preparar el endometrio para albergar el óvulo fecundado, se acorta por respirar los tóxicos liberados por los combustibles fósiles.

La contaminación también afecta a la fertilidad

Las partículas contaminantes que se encuentran en el aire entran en nuestro cuerpo a través del aire, del agua y de los alimentos, y pasan al torrente sanguíneo. Esto, según los investigadores de la Universidad de Boston y de Harvard, también puede causar infertilidad, síndrome metabólico o síndrome del ovario poliquístico.

Estas moléculas tienden a acumularse en la grasa y, según otra investigación de la Universidad de Nueva Gales del Sur, las mujeres tienen de media entre un 6% y un 11% más tejido adiposo que los hombres con el objetivo de aumentar la tasa de éxito reproductivo.

Las conclusiones de este estudio explican que los estrógenos —las hormonas sexuales femeninas, producidas principalmente por los ovarios— reducen la capacidad de la mujer para quemar energía después de comer, lo que redunda en una mayor acumulación de grasa en el cuerpo. La cantidad de estrógenos aumenta especialmente durante la pubertad y el embarazo para almacenar las reservas energéticas necesarias para favorecer la fertilidad, el desarrollo fetal y la lactancia.

Pero este mecanismo acaba convirtiéndose también, como explica Carme Valls-Llobet, médico endocrino y directora del Centro de Análisis y Programas Sanitarios (CAPS) en un «bioacumulador químico de los contaminantes que pueden alterar la salud reproductiva y aumentar las probabilidades de la aparición de enfermedades como la fibromialgia, la sensibilidad química múltiple (SQM), la fatiga crónica y el incremento del cáncer de mama».

Aurora Cancela Pérezhttps://www.cronicanorte.es
Aurora Cancela Pérez, periodista, licenciada en Ciencias de la Información y vecina de Colmenar Viejo. Es redactora en Crónica Norte desde 2017. Apasionada de la información local y los viajes.

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