Defendido por empresas como Facebook, Google o Microsoft, el metaverso es todavía un concepto muy complejo para muchos. Pensado como una experiencia inmersiva y multisensorial de la virtualidad, sus aplicaciones van mucho más allá de lo recreativo. Y, aunque todavía siga en desarrollo, el metaverso representa ya el molde donde tomará forma nuestro cercano futuro.
Las bases del futuro de Internet
A finales de octubre de 2021, el empresario creador de Facebook, Mark Zuckerberg, sorprendió al mundo anunciando su convencida apuesta porel metaverso, el llamado “futuro de Internet”. Sin embargo, son muchos los individuos que siguen sin entender la magnitud de esta metamorfosis que no sólo acontecerá en la red, sino que llegará a transformar el mundo tal y como lo entendemos. Por el momento, la mayoría de los internautas se quedó tan sólo con una amalgama de espacios digitales, avatares y una realidad futura sumida a la virtualidad. Pero la realidad es que el metaverso es mucho más complejo que todo eso. Y, sin duda, sentará las bases de nuestro futuro.
Mientras todavía se desarrolla este fascinante ecosistema virtual, algunas plataformas especializadas como Hoddled ya se han hecho eco de las poderosas inversiones de Google, Microsoft, Nvidia o Meta—nuevo nombre de la red social Facebook— en el proyecto. De hecho, tal es la convicción de Zuckerberg en este ámbito que sólo Meta ha invertido 8’8 billones de euros en la tecnología necesaria para crear y desarrollar el metaverso. Razón por la que esas cantidades astronómicas de dinero, por parte de compañías consolidadas, han atraído incluso a inversores minoristas. Una inversión que atañe tanto a tecnología como a —y no es ninguna broma— terrenos virtuales.
La gran pregunta: ¿qué es el metaverso?
Como todos los avances relacionados con Internet, es difícil definir algo que, dada su innovadora naturaleza, amenaza con seguir cambiando ad eternum desde su primer segundo de existencia. No obstante, y a grandes rasgos, el metaverso podría definirse como una experiencia más inmersiva y multisensorial del espacio virtual. Por ello, dicha experiencia no sólo tiene en cuenta a los usuarios de la red, sino que, además, incluye el desarrollo de tecnologías en su capacidad. Por ejemplo, permitiendo que un ingeniero automovilístico diseñe un coche viéndolo en primera persona mediante el uso de gafas de Realidad Virtual (RV) y de Realidad Aumentada (RA).
Dicho de otro modo, el metaverso vendría a ser el planteamiento de un futuro próximo donde los seres humanos llevan a cabo sus interacciones sociales y económicas en el ciberespacio. Dado su traslado de individuos de carne y hueso en un mundo real y limitado a avatares en un ecosistema virtual e ilimitado, las aplicaciones útiles del metaverso son incontables. Tanto puede servir para que un futuro cirujano opere a un paciente virtual para reforzar su eficiencia y sus habilidades, como para ir un paso más allá del trabajo telemático o crear una red social sensorialmente interactiva. Todo, en un ciberespacio siempre en funcionamiento, aunque nadie se conecte a él.
Pero, además de su mencionado rasgo de persistencia pese a que nadie se conecte, el metaverso poseerá también capacidad para crear un nuevo concepto del videojuego, así como mundos espejo —representaciones virtuales de, por ejemplo, un parque nacional que visitar sin desplazarse. Este último punto, conduciendo a algunos a querer invertir en parcelas virtuales urbanas, sea la ciudad en cuestión real o ficticia —como el caso de Genesis City, construida con blockchain, sistema de encriptación bajo el que se rigen las criptomonedas. Aunque, de momento, la tecnología clave para desarrollar el metaverso es carne de inversión, según entienden los expertos.
Entre el sueño de una utopía y el futuro de una realidad distópica
Cualquier avance nuevo nunca está exento de detractores. En el caso del metaverso, no son pocas las personas que han señalado ciertos paralelismos con la literatura futurista más distópica. Toda moneda tiene su otra cara y, como bien ha sucedido en Internet y los siniestros recovecos de su sosias, la temible e inaccesible Dark Web, algunos recelan de los caminos que pueda tomar el metaverso. De hecho, salió la noticia de que una de las testers del metaverso en desarrollo sufrió de ciberacoso a los pocos minutos de acceder al sistema. Razón por la que será necesario crear nuevos y más fuertes protocolos de seguridad para afrontar cualquier uso indebido.
Superando esos obstáculos —que, lejos de pertenecer al metaverso, forman parte de la condición humana más deleznable—, el metaverso será capital para la educación, la salud y la tecnología del futuro. Aunque su parte recreativa sea siempre uno de los puntos fuertes de su promoción en sociedad, el uso del metaverso en cuestiones de gran relevancia para la vida nos hará más eficientes y seguros. Un alumno de historia podrá caminar por un mercado medieval, los laboratorios aplicarán su teoría sin temer malas reacciones en la práctica y los síntomas de una enfermedad podrán predecirse.
Por supuesto, dichos ejemplos son por ahora conjeturas, pero que no por ello pueden ser una posibilidad real. Desde su creación, Internet ha cambiado año tras año el modo en que vivimos, aprendemos y socializamos. Con sus más y sus menos, trasladando al ser humano a un espacio donde trascender el estadio físico y superar los retos de cada mañana. Y, a través del metaverso, sin lugar a dudas, sentará las bases de un futuro que, pese a su proximidad, todavía está por nacer.