La lactosa o el gluten son dos elementos de los alimentos que generan confusión entre los que sufren dolores tras su consumo como aquellos se decantan por eliminarlos de su dieta. Las alergias e intolerancias no son lo mismo, aunque pueden compartir síntomas.
No es lo mismo ser sensible al gluten que ser alérgico al gluten o que ser celíaco. Por todo ello, el mejor consejo es informarse siempre en fuentes oficiales y con reputación. Elika, la Fundación Vasca para la Seguridad Agroalimentaria, dispone en su página web de una nutrida colección de artículos, todos con base científica, que permitirán al interesado estar actualizado no solo sobre alergias e intolerancias, sino en torno a cualquier tema sobre alimentación.
Descompensaciones nutricionales
Psicológicamente, muchas personas se sienten más tranquilas si prescinden, por ejemplo, del gluten en su dieta habitual, aunque puedan ingerirlo sin problema alguno. En los casos más extremos, este tipo de decisiones tan discriminatorias pueden llevar a descompensaciones nutricionales sin fundamento alguno. De ahí que los alimentos y bebidas “sin” hayan llegado a convertirse en un negocio lucrativo para algunos a costa de los temores y la desinformación general.

Diferencias entre alergias e intolerancias
Al hablar de una alergia alimentaria hay que precisar que es nuestro sistema inmunológico el que actúa, generando anticuerpos ante un alimento o uno de sus componentes. Son palabras mayores. En el caso de la intolerancia a un alimento, no interviene el sistema inmunológico; es el propio metabolismo de la persona el que produce la reacción adversa. El ejemplo más claro es la lactosa. No existe la alergia, sino la intolerancia.
Gluten y lactosa
Ambas manifestaciones, sin embargo, pueden producirse con síntomas similares. De ahí el error habitual de mezclar una con otra. La intolerancia genera malestar. Lo notamos con señales como náuseas, gases, retortijones abdominales, diarrea, irritabilidad, nerviosismo o dolor de cabeza. La alergia, por el contrario, puede tener consecuencias fatales. Es nuestro sistema inmunológico el que reacciona de manera descontrolada liberando sustancias químicas que pueden tener efectos devastadores en el organismo.
¿Alergia, intolerancia o intoxicación? Estas son las diferencias
Según Elika, las reacciones alérgicas “suelen producirse entre pocos minutos y una hora después de haber ingerido el alimento. Los síntomas que se manifiestan y su gravedad dependen de la cantidad de alérgeno ingerido y de la sensibilidad de la persona alérgica, y pueden durar horas, días o semanas”. Los signos que pueden ponernos sobre aviso de una posible alergia son de tres tipos:
- Los leves, con picores en boca y garganta, con o sin erupción leve alrededor de la boca. También la aparición de sarpullidos, eczemas, hinchazón de labios, de párpados o manos pueden constituir la primera señal de una alergia ante un alimento o un componente.
- En los síntomas graves interviene ya el aparato digestivo y respiratorio. Aparecen vómitos, náuseas, diarreas, calambres estomacales, estornudos…
- Una tercera sintomatología, la más grave pero también la menos frecuente, es el shock anafiláctico y sus derivados, con descenso brusco de la tensión arterial.
En los dos primeros casos, es necesario acudir a un médico para que nos dé cita con un alergólogo, el especialista que nos aclarará el origen del problema. En los casos de mayor gravedad debemos ir a Urgencias de inmediato.
Qué hacer si me diagnostican alergia a un alimento
Si nos han diagnosticado alergia a un alimento, sencillamente no hay vacunas. La única solución es no volver a comer ese alimento y prescindir de él en una dieta elaborada al respecto. Tendremos que tener una especial precaución no solo al ingerirlo directamente; también será necesario eliminar los distintos productos que lo llevan como ingrediente y controlar ciertas operaciones de riesgo, como por ejemplo no reutilizar el aceite donde se haya cocinado un producto al que somos alérgicos o conservar medidas de higiene y limpieza sobre las superficies de trabajo en la cocina y los utensilios que empleamos. Ser alérgico a un alimento no solo implica que debemos dejar de tomarlo. El mero hecho de tocarlo o inhalarlo puede provocar serias consecuencias.

Según las estadísticas de la UE, el 70 % de los casos de alergias e intolerancias se producen fuera de casa. De ahí que sea preciso llevar siempre encima documentación que acredite que somos alérgicos a determinados alimentos para que puedan ayudarnos en caso de necesitarlo, portar el medicamento que nos han prescrito para situaciones de emergencia e informarnos bien con los camareros de la composición concreta del plato que vayamos a pedir.
Finalmente, es necesario no alarmar socialmente con este problema. La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SAES) afirma que la alergia a los alimentos se ha duplicado en poco más de 10 años, pasando de un 3,6 % a un 7,4 % en la población general. Pero, si bien el número de casos ha crecido de manera ininterrumpida, ello no debe hacernos participar de ciertos climas de alerta tan habituales a veces. Hoy en día, la alergia alimentaria afecta al 8 % de niños menores de cuatro años, aunque es una situación transitoria. Esta institución afirma que con la edad aumenta la tolerancia hacia dichos alimentos. De hecho, la incidencia de las alergias en mayores de 10 años se reduce al 2 %.