Según un estudio realizado por el Museo Nacional de Ciencias Naturales y la Universidad Complutense de Madrid, el 20% de los machos que migran mueren cada año a causa de colisionar con los cables del tendido eléctrico.
20 años ha durado el trabajo de investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), que han comprobado cómo las infraestructuras afectan a los patrones de migración de especies como la avutarda, Otis tarda, ya que viven en espacios humanizados.
Los machos de avutarda común ostentan uno de los récords de la naturaleza: con un peso que puede alcanzar hasta los 18 kg, se encuentran entre las aves más pesadas con capacidad para volar y efectuar migraciones. Llegado el mes de julio, tras el cortejo, parte de los machos que habitan en la península ibérica realizan una migración estival hacia el norte en búsqueda de ambientes más fríos. “La avutarda presenta un patrón de migración parcial: en los mismos grupos coexisten individuos sedentarios y migradores. Esta condición hace que la avutarda represente un modelo excepcional para estudiar aspectos como los riesgos de la migración y sus posibles consecuencias”, apunta Juan Carlos Alonso, investigador del MNCN responsable del proyecto.
Los datos de la investigación, publicada en la revista Conservation Biology, demuestran que más del 20% de los machos que migran mueren cada año a causa de las colisiones con los cables.
El estudio
El estudio reveló que la mayor parte de los machos (65%) migraron en verano, mientras que el resto permaneció en sus áreas de reproducción durante toda su vida. Entre los migradores el 21,3% murió por colisiones contra tendidos eléctricos, frente al 6,3% del grupo de sedentarios que murieron por la misma causa, es decir, el riesgo de mortalidad de los primeros fue tres veces mayor.
Los autores también realizaron censos poblacionales durante el verano a lo largo de 16 años y pudieron confirmar que la proporción de individuos sedentarios ha ido aumentando progresivamente durante el período de estudio, pasando del 17% en 1997 al 45% en 2012.
Para llegar a estos resultados, los biólogos marcaron 180 machos de avutarda con radio-emisores en 29 grupos reproductores repartidos por la península ibérica para seguir sus desplazamientos durante el resto de su vida.