Este sábado 12 de diciembre a las 20:00 horas el Teatro Adolfo Marsillach de San Sebastián de los Reyes invita a los apasionados del flamenco a disfrutar del espectáculo ¡Viva!
Una transformación que construye un cuerpo que anhelamos, a través de una caracterización inspirada en la mujer flamenca, para así poder realzar nuestra manera de expresarnos. Una transformación que no siempre implica una manera de enmascararse, sino más bien una desnudez.
En clave de celebración, Liñán propone la pluralidad del baile, las distintas formas y la singularidad de cada una de ellas. Y lo hace junto a seis bailaores-bailarines, que serán los encargados de explorar y bucear en este universo fascinante de lo femenino, visto desde lo masculino, y exponer así, estas dos identidades, que forman parte de nuestra propia naturaleza. “Queremos bailar de mujer… Chimpún”
Fiereza flamenca
De Manuel Liñán (Granada, 1980) conocíamos su fiereza flamenca, su inteligencia y su capacidad de riesgo. Pero ha rebasado calificativos con esta coreografía que, con alguna razón, ha sido rápidamente comparada con el trabajo de Los Ballets Trockadero de Montecarlo. Es la comparación más fácil, por obvia, en tanto que Liñán y sus seis bailarines aparecen enfundados en trajes de flamencas, asumiendo roles femeninos sobre el escenario y abordando con pericia los distintos palos.
Pero hay un distanciamiento importante. La directriz del coreógrafo fue buscar en el fuero interior de cada uno lo femenino, escondido o reprimido, que ya estaba allí. De forma que no interpretan papeles sino que son ellos mismos, vulnerables y en una faceta inexplorada que valientemente comparten con el público.
Ruptura con los género
El flamenco, como el ballet y no tanto la danza contemporánea, discrimina por géneros. En lo puramente técnico hay un trabajo para el hombre y otro para la mujer. Liñán siempre se mostró rebelde y se manifestó inconforme bailando con bata de cola para Rafaela Carrasco y luego, de manera autodidacta, aprendiendo por su cuenta.
Había pinceladas femeninas en sus producciones anteriores, que hoy entendemos eran el estudio y preparación para este salto al vacío, con el que reta los convencionalismos, y en consecuencia a los convencionales, que todavía abundan en el flamenco (y también fuera). El título es ya una declaración de principios. «Se refiere tanto a la exploración de nuestro lado femenino como al grito de guerra al tener la valentía de afrontarlo», ha declarado.