Un grupo de científicos han elaborado mapas espaciotemporales del riesgo de la exposición a contaminantes ambientales, a través del análisis del plomo en la sangre de un total de 691 buitres leonados capturados por las autoridades ambientales de Aragón.
El grupo que ha llevado a cabo el estudio está formado por científicos de la Universidad de Castilla La Mancha, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Universidad de Coímbra (Portugal) y la Universidad Autónoma de Madrid.
Patricia Mateo Tomás, una de las autoras de este estudio, afirma que “detectaron altos niveles de plomo (>200 ng/ml) en la sangre de casi la mitad (44,9%) de los cerca de 700 buitres leonados analizados. Tanto los modelos estadísticos como el análisis de isótopos estables de plomo realizados indican que este metal procedería de al menos dos fuentes distintas”.
El plomo geológico presente de forma natural en el suelo explicaría los altos niveles basales en la sangre de las aves carroñeras, mientras que los valores más extremos (>500 ng/ml), detectados en el 6% de los buitres, podrían proceder de munición de plomo, usada principalmente en la caza mayor.
El buitre leonado “es un ave especializada en localizar carroñas, accediendo y consumiendo estos restos en tiempo récord. Esto la convierte en un centinela de gran valor para detectar el posible efecto de contaminantes ambientales como el plomo en otras especies más escasas y amenazadas e incluso en el ser humano”, añade Mateo Tomás.
El plomo es un metal pesado que resulta muy tóxico para el ser humano y la fauna silvestre. El buitre lo recibe a través de los animales que consumen, los cuales lo adquieren a través del suelo sobre el que se alimentan, y, adicionalmente, de la munición tras consumir los restos de ungulados cinegéticos como el ciervo o el jabalí que quedan en el campo tras su captura.
De hecho, en España y en muchos otros lugares del planeta, gran parte de las carroñas consumidas por los buitres son residuos de actividades humanas como la ganadería o la caza, cuya carne también es consumida por el ser humano.
Los buitres, como otras especies situadas en lo alto de la cadena trófica, son buenos centinelas de la contaminación ambiental, y su potencial como indicadores puede ser todavía mayor porque se alimentan de animales que también pueden ser consumidos por el ser humano.
“Los mapas elaborados en este trabajo constituyen una herramienta de gran valor para ayudar a los gestores a, por ejemplo, delimitar las áreas y épocas del año con mayor riesgo de exposición al plomo”, concluye la científica.