El nuevo título de la colección ¿Qué sabemos de? (CSIC-Catarata) recoge el conocimiento científico existente sobre los megatsunamis, unos fenómenos de la naturaleza tan excepcionales como sorprendentes por sus gigantescas dimensiones
La noche del 10 de julio de 1958, un enorme desprendimiento de hielo y rocas ocasionado por un terremoto de magnitud 8,3 cayó en el interior de la angosta bahía de Lituya, situada al noreste del golfo de Alaska. Los 90 millones de toneladas de material impactaron violentamente en el mar y provocaron olas colosales que arrasaron 10 kilómetros cuadrados de bosques. Una de ellas alcanzó los 524 metros de altura sobre el nivel del mar, la mayor ola registrada en la historia.
La investigadora del CSIC en el Instituto Geológico y Minero de España (IGME) Mercedes Ferrer recopila en el libro Megatsunamis los 31 documentados hasta la actualidad, describe sus causas, la forma de identificarlos y relata los más relevantes, como los megatsunamis prehistóricos de las Islas Canarias, ejemplo de los mayores ocurridos en el planeta.
¿Qué es una megatsunami?
Un megatsunami es un tsunami de alcance local con olas de alturas inusuales, de al menos 40 metros, y se origina por un gran y repentino desplazamiento de material que penetra en el mar o en un lago. La autora y especialista en riesgos geológicos destaca que el término no es sinónimo de la devastación que produce.
Estos procesos geológicos descomunales pueden ser causados por grandes desprendimientos rocosos, deslizamientos subaéreos o submarinos, grandes erupciones volcánicas explosivas o por la caída de asteroides de gran tamaño al océano. Según la investigadora, todos son eventos muy raros, por eso hay muy pocos casos conocidos. De las cuatro causas que desencadenan megatsunamis, los deslizamientos y desprendimientos son las más comunes.
‘Ranking’ de megatsunamis
Los datos de estos fenómenos ya son asombrosos de por sí, pero en el registro de megatsunamis históricos resaltan algunos por sus particularidades. Junto al de Lituya mencionado arriba, destacan otros como el megatsunami del río Grijalva, el único ocurrido en un cauce fluvial. Tuvo lugar en 2007, en Chiapas (México) tras un período de intensas lluvias. Un deslizamiento repentino de 55 millones de metros cúbicos de rocas y tierra en la ladera derecha de este río obstruyó el cauce y originó una ola de más de 50 metros de alto que arrasó la población de Juan Grijalva.
Fenómenos excepcionales, pero ¿cada vez más frecuentes?
La investigadora del IGME llama la atención sobre el aumento en la frecuencia de megatsunamis causados por avalanchas o deslizamientos rocosos en lo que llevamos de siglo. “Entre 2014 y 2020 se registraron cuatro, algo muy por encima de lo esperable según los datos disponibles para el siglo XX”, informa. “Por un lado podemos pensar que esto se debe a los escasos registros en las fuentes de datos existentes en siglos anteriores, pero quizás la evolución de las condiciones climáticas influya en la generación de megatsunamis en zonas heladas, donde la retirada de las masas de hielo en escarpados y estrechos fiordos como los de Alaska, la presencia de materiales alterados y la frecuencia de fuertes sismos puede condicionar la aparición de grandes desprendimientos rocosos”.
La posible relación entre la inusual frecuencia de megatsunamis en fiordos en zonas frías y eventuales cambios en las condiciones climáticas no está científicamente demostrada, pero es muy probable que en pocos años se disponga de datos que permitan conocer mejor esta cuestión.
Sobre la autora
Mercedes Ferrer Gijón es doctora en Geología por la Universidad Complutense de Madrid, científica titular y jefa de proyectos técnicos en el Instituto Geológico y Minero de España del CSIC. Especialista en ingeniería geológica y en riesgos geológicos, ha dedicado gran parte de su carrera al estudio de los deslizamientos, con especial dedicación a los grandes deslizamientos prehistóricos de las islas Canarias.