La Comunidad de Madrid muestra los restos del primer ejemplar de ciervo del Pleistoceno aparecido en España. Se trata de una especie de hace casi 100.000 años,ya extinguida, de la que apenas hay rastro en Europa. El Haploidoceros mediterraneus, hallado en Getafe, se ha restaurado íntegramente en este museo.
La Comunidad de Madrid presentó en el Museo Arqueológico Regional, por primera vez, el esqueleto completo de un ciervo que vivió hace 84.000 años en Madrid, hallados en Getafe en 2004 y que han sido restaurados íntegramente en este museo. El Haploidoceros mediterraneus es una especie ya extinguida, y de la que apenas hay rastro en Europa.
Con esta muestra, que permite contemplar el esqueleto mejor conservado de este cérvido hasta el momento, el Museo inaugura El presente de la arqueología madrileña, un nuevo espacio donde se expondrán al público, de forma periódica, los diferentes fondos del museo y piezas de especial relevancia científica.
Este nuevo proyecto expositivo permitirá al público saber más acerca del Haploidoceros mediterraneus, del que prácticamente no se tenía noticia hasta ahora.
La especie de cérvido menos conocida
El Haploidoceros mediterraneus es, probablemente, la especie de cérvido europeo menos conocida. En el sur de Francia ha sido identificado únicamente en dos yacimientos de finales del Pleistoceno Medio y comienzos del Pleistoceno Superior (hace entre 350.000 y 90.000 años). En la Península Ibérica sólo ha sido reconocida en la Cova del Rinoceront (Castelldefels), en niveles de hace 90.000 años.
Se recuperaron en 2004, en la excavación del yacimiento de Preresa (Getafe), bajo la dirección de Joaquín Panera y Susana Rubio, arqueólogos colaboradores del Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid. Sin embargo, no ha sido hasta su paso por el taller de restauración cuando se han podido asignar a esta nueva especie.
Su distribución, presente únicamente en yacimientos del suroeste de Europa, sugiere que se trataba de una animal adaptado a sobrevivir en climas cálidos. Su extinción estuvo probablemente relacionada con el cambio climático hacia condiciones más frías que experimentó el continente europeo con la llegada de la última glaciación.