Las casetas de la Cuesta de Moyano cumplen 90 años de historia reividincando un mayor apoyo por parte de las instituciones. Corría 1925 cuando el alcalde de Madrid decidió instaurar esta Feria del Libro antiguo que sigue atesorando historias e ideas plasmadas en páginas amarillentas. El objetivo era darles visibilidad, aunque 90 años después los libreros siguen reclamando mayor reconocimiento a un lugar único.
Miles de historias se acumulan desde hace ya 90 años en las tradicionales casetas de la cuesta de Moyano. Los libreros guardan toda clase de volúmenes usados que esperan, amontonados, a que algún ávido y curioso lector lo rescate de su letargo. No suele aparecer en ninguna guía turística pero pocos son los transeúntes que se resisten a dar rienda suelta a la caza del libro perdido.
El nacimiento de una insignia cultural
Fue el 6 de mayo de 1925 cuando los vendedores ambulantes del paseo cuando el alcalde de Madrid, el Conde de Vallellano, dispuso la creación de una Feria de Libros permanente en la margen izquierda del paseo. Fue ésta una respuesta del edil al reclamo de más de 70 intelectuales que pedían un emplazamiento más visible para los precarios libreros ambulantes. Uno de los más ardúos defensores de la creación de unas casetas permanentes que acogiesen una Feria del Libro antiguo fue Pío Baroja, cuya estatua custodia hoy este polvoriento rincón de Madrid por el que los años no avanzan, sino que retroceden.
Un lugar único sin visibilidad
Francisco Moncada, presidente de la Asociación de Libreros de la Cuesta de Moyano destaca la singularidad del rincón madrileño del libro usado. «Por su condición de feria permanente de libros antiguos y de ocasión, por su ubicación y por su labor cultural de salvaguarda de libro, que de otra forma sería destruido», afirma Moncada.
Según el librero, sólo los buquinistas de París se asemejan a lo que el ciudadano puede encontrar en la cuesta de Moyano. Aunque resalta que los libreros parisinos han sido declarados Patrimonio de la Humanidad y están exentos de cualquier tributación. Sin embargo, según denuncia Moncada, las treinta casetas que componen la cuesta de Moyano no reciben apoyo institucional y cultural que deberían.
