Según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), seis de cada diez trabajadores escogería una jornada intensiva a la hora de trabajar, y uno de cada tres afirma que no puede conciliar la vida personal con la profesional porque su horario le ocupa todo el día. Aunque dudamos de que lo hagan por hacer felices a sus trabajadores, ya que de ser así se haría durante todo el año, muchas empresas optan por ofrecer en los meses de verano la posibilidad de hacer jornada intensiva, habitualmente concentrada de las 8 a las 15 h.
Según expertas en recursos humanos de la UOC, es precisamente el poder tener tiempo para la familia y el ocio lo que valoran más los empleados de la jornada intensiva. «Se sienten más felices y satisfechos porque perciben un buen equilibrio entre sus ámbitos vitales», explica Gina Aran, profesora colaboradora del máster de Dirección y Gestión de Recursos Humanos de la UOC.
El trabajo flexible beneficia no solo a los trabajadores sino también a la propia empresa. Varios estudios constatan que los trabajadores felices rinden más; por lo tanto, la jornada intensiva aumenta, de rebote, la productividad en la empresa. «La gestión del tiempo y la organización de tareas es más eficiente», constata Aran.
La experta también argumenta que la jornada intensiva y, en general, disfrutar de un horario flexible, puede favorecer la «reducción del absentismo y la accidentalidad», y se convertirá en un elemento de marca de empleador (employer branding) para la organización, que la convertirá en más atractiva como destino laboral y tendrá, por lo tanto, mejor reputación.
Poner la presencialidad por encima de los resultados
Sin embargo, en España la jornada intensiva no está muy extendida porque existe una cultura muy arraigada de presencialidad que supone estar en la oficina un número determinado de horas. «Todavía hay la percepción de que es más productivo trabajar por horas que por objetivos», dice Rimbau. Por eso es necesario que las empresas «instauren una cultura de responsabilidad basada en los resultados y el cumplimiento de objetivos», explica. A pesar de la percepción que se tiene de los compañeros, lo cierto es que el 86 % de los españoles y el 73 % de los empleados europeos creen que sus vidas podrían mejorar si pudieran trabajar con más flexibilidad.
El teletrabajo, una tendencia a la alza
Las empresas también se benefician del teletrabajo. Según un estudio sobre la efectividad de esta medida, las compañías «perciben que aumenta la productividad, asegura la retención de los trabajadores, reduce la rotación laboral, refuerza su compromiso con la organización y mejora el rendimiento de las personas», afirma Rimbau. Si además se suma un ahorro de costes de 1.200 € por trabajador al año, todo indica que «el teletrabajo es una tendencia en alza y no hay razones para creer que se estancará».
Sin embargo, trabajar desde casa también tiene sus aspectos negativas. El teletrabajo aleja a unos trabajadores de otros, lo que fomenta el trabajo individualizado en lugar del trabajo en equipo,; además, hace que los empleados puedan ir perdiendo la noción de pertenencia a un equipo, a una empresa, y tomar una actitud más individualista. Por otro lado, el trabajo desde casa va en detrimento de las relaciones sociales y crea personas más solitarias, lo que afecta directamente a la autoestima y felicidad del individuo.
Las expertas concluyen que la flexibilidad laboral es un factor que influye positivamente en la productividad y en la fidelización del trabajador, pero no es el único. Las políticas de recursos humanos deben orientarse a la conciliación de la vida laboral con la personal, al horario flexible, al reconocimiento del trabajo por parte del jefe, a cierta autonomía, a un buen clima de trabajo, a la posibilidad de formarse y al crecimiento dentro de la empresa. Con estas medidas los trabajadores están más «motivados y serán más productivos», concluye Rimbau.