El reconocimiento facial nos permite desbloquear nuestro teléfono, identificarnos para hacer un examen online o pagar en un supermercado. El reconocimiento facial es una apuesta tecnológica ganadora: es cómodo, atractivo para el usuario y tiene una ventaja añadida en tiempos de coronavirus: no hace falta contacto físico.
Pero la cara amable de esta tecnología no elimina los problemas de seguridad y privacidad que vienen denunciándose desde hace años y que han vuelto a la actualidad con la colocación de cámaras con reconocimiento facial por todas partes. Los datos biométricos son sensibles y requieren especial protección, ¿qué pasa cuando el PIN eres tú?
¿Cómo funciona?
Tanto nuestro móvil como la policía cuando encuentra a una persona desaparecida entre una multitud utilizan la misma tecnología: el reconocimiento facial no es más que una aplicación dirigida por ordenador que identifica automáticamente a una persona con una imagen digital a partir de la cual extrae una serie de características faciales (datos biométricos) que compara con una base de datos. A partir de aquí, el sistema puede operar de dos modos:
Verificación o autenticación de caras: el sistema solo confirma si la cara coincide con una fotografía o grupo de fotografías previamente guardadas. El caso típico sería el desbloqueo del móvil.
Identificación o reconocimiento de caras: el sistema compara la imagen de una cara desconocida con todas las imágenes de una base de datos para determinar su identidad. Es lo que podría utilizar la policía, por ejemplo, para buscar personas desaparecidas.
El desbloqueo por reconocimiento facial desbanca a la huella digital
Aunque los usos del reconocimiento facial abarcan una gran cantidad de sectores, es indudable que el acercamiento al gran público ha venido de la mano de la inclusión en los dispositivos móviles como sistema de desbloqueo. Su antecesora, la huella digital, fue recibida con agrado por los usuarios porque dejaba atrás la tediosa tarea de recordar la contraseña. Sin embargo, el hecho de que haga falta contacto físico entre el dedo y el sensor da problemas en el caso de que uno de los dos esté húmedo o sucio o con el uso de guantes. La industria lleva años explorando las posibilidades del reconocimiento facial en este campo: El problema en esa versión es su seguridad.
«Cuando se utiliza una cámara normal para capturar las fotos de la cara, basta con mostrar una foto del propietario del teléfono para que nos dé por bueno el reconocimiento», explica Xavier Baró, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC.
Protección de datos
Los sistemas de reconocimiento facial están tan avanzados que las investigaciones ahora se centran «en poder reconocer a las personas a lo largo de toda la vida sin necesidad de hacer fotografías constantemente», explica Jordi Serra, profesor de los Estudios de Informática, Multimedia y Telecomunicación de la UOC, «incluso si llevas gafas o barba o no, o si han pasado unos ciertos años. Las fotos que se hicieron virales de cómo eras tú hace tantos años no eran más que un estudio de estas empresas. La gente, sin saberlo, les ayudó a tener más datos, más fotografías y poder identificar a más personas», añade. Ahora el reto es adaptar los sistemas de reconocimiento facial al complemento indispensable de la nueva normalidad, la mascarilla. La compañía española FacePhi ha desarrollado un algoritmo que es capaz de reconocer con más de un 99 % de fiabilidad el rostro de una persona pese a que lleve la mascarilla puesta.
Aplicaciones… ¿del futuro?
Más allá de los móviles, las aplicaciones de esta tecnología son tantas y en tantos ámbitos que es difícil imaginar un futuro en el que las cámaras de reconocimiento facial no formen parte de nuestras vidas. En el campo de la educación, dado que la enseñanza online ha venido para quedarse, los sistemas de verificación de identidad del alumnado se hacen necesarios. Por ejemplo, en junio pasado, unos mil estudiantes de FP en línea de Jesuitas Educación y la UOC hicieron 3.700 pruebas virtuales por primera vez debido a la COVID-19. Cincuenta de ellos se acogieron con éxito a una prueba piloto voluntaria de reconocimiento facial para acreditar su identidad.
Pero hay más. Combinadas con sistemas de realidad virtual, cámaras de reconocimiento facial instaladas en el coche (y trabajando junto con otros sensores que pueden medir, por ejemplo, la fuerza con la que se agarra el volante) pueden detectar que el conductor está cansado y sugerirle realizar una parada; los sistemas de pago en supermercados o restaurantes pasarían a ser contactless y ya no haría falta enseñar la documentación a la hora de acceder a un avión, un concierto o «fichar» para ir a trabajar. Según el profesor Jordi Serra, las investigaciones apuntan al análisis por computador del estado de ánimo, lo que podría tener interesantes repercusiones en el ámbito de la salud, entre otros.
¿Qué dice la ley?
Las posibilidades y aplicaciones casi de ciencia ficción de esta tecnología seducen a los usuarios. Según un estudio de la consultoría de investigación de mercado Harris Interactive, tres de cada cuatro españoles se sienten «muy emocionados y cómodos» utilizando las nuevas tecnologías —como el reconocimiento facial, el control por voz, la tecnología 5G o la inteligencia artificial—, lo que nos sitúa un 19 % por encima de la media mundial. Pero ¿somos conscientes de lo que estamos haciendo cuando etiquetamos a alguien en Facebook, participamos en el último reto viral o nos descargamos la app que nos envejece o nos convierte en emoji?
Esa misma persona que acaba de regalar sus datos biométricos a una app extranjera podría estar firmando una petición en Change.org para que el Ayuntamiento de Barcelona no instale cámaras que podrían hacer reconocimiento facial en las calles, como ha ocurrido recientemente y no solo en esta ciudad, sino también en otras como Londres. Por lo menos en el uso de esta tecnología por parte de los poderes públicos hay algo más de conciencia respecto a las consecuencias del uso indiscriminado del reconocimiento facial.
En Europa tenemos el sistema más garantista del mundo de protección de datos y, dentro de la legislación nacional, la actividad de las cámaras de reconocimiento facial afectaría tanto a los derechos de imagen como a la protección de datos.
Por eso actualmente en España solo se está utilizando en casos muy puntuales, como por parte de la policía en la estación de Atocha para identificar a personas buscadas, y este es el motivo por el que la Agencia Española de Protección de Datos haya iniciado una investigación de oficio sobre la polémica instalación de cámaras de reconocimiento facial en cuarenta supermercados por parte de Mercadona.
Fallos y usos contra la ética
A los problemas de seguridad y privacidad mencionados, habría que sumar un aspecto ético que también ha ocupado las portadas de los medios internacionales en los últimos meses. Microsoft acaba de afirmar que no prestará el servicio de software de reconocimiento facial a la policía estadounidense durante un año, al igual que ya hicieran Amazon e IBM. Esta última ha ido un paso más allá y ha anunciado que suspende las investigaciones y el desarrollo de sus tecnologías de reconocimiento facial «ante el temor de que puedan utilizarse para promover la injusticia y la discriminación por motivo de la raza».
La decisión se toma en el contexto del movimiento en contra del racismo provocado por el caso George Floyd, pero los problemas venían de antes. La mayoría tienen problemas para identificar a personas no caucásicas:
Una tecnología muy atractiva para los usuarios que viene con una mochila de contras que hay que valorar cuidadosamente antes de apuntarnos sin pensarlo al próximo reto viral.