Compuesta por 65 obras, la colección del artista catalán, procedente de diferentes propietarios que han cedido las obras como depósito temporal, se presentará de forma permanente en la Fundación Mapfre, en sus Salas de Recoletos 23.
La Colección, procedente de diferentes propietarios que han cedido las obras como depósito temporal, se presentará de forma permanente en la Fundación Mapfre, en sus Salas de Recoletos 23. Está compuesta por 65 obras de Joan Miró y además cuenta con cuatro esculturas y un óleo de Alexander Calder (obsequios de éste al propio Miró) con el que el pintor catalán mantuvo una gran amistad y una especial proximidad artística.
Aunque en su mayoría se trata de obras de las últimas décadas, podemos encontrar pinturas de diferentes períodos. De esta manera se puede ver cómo Miró retoma continuamente los mismos temas, reinventándolos y dándoles una nueva vitalidad.
Una de las cosas que más caracteriza esta colección es que por un lado presenta las últimas décadas en la trayectoria artística de Miró, un período más desconocido y que sólo recientemente ha comenzado a recibir la atención y el entusiasmo de la crítica. Por otro, presenta casi todos los motivos que han interesado al artista desde sus inicios. Muchas veces se trata de una especie de reencuentro con ellos, lo que permite otorgarles un sentido más pleno.
Un reto y un placer
Desde la Fundación Mapfre aseguran que «la creación del nuevo Espacio Miró, tras más de veinte años realizando exposiciones temporales, resulta para nosotros un reto y un placer. No sólo porque este espacio se dedica a la obra de Miró, uno de los artistas más importantes del siglo XX sino también porque cumple con uno de nuestros objetivos principales: el de acercar el arte al mayor número de personas posibles y convertirnos en un lugar de referencia para el estudio de la obra del artista catalán en Madrid.»
El recorrido por la colección está dividido en cinco secciones:
- Miró/Calder
Joan Miró y el escultor estadounidense Alexander Calder se conocieron en París en diciembre de 1928. A partir de entonces iniciaron una amistad que les uniría de por vida, hasta el punto de que las esculturas de uno, que parece escribir en el espacio, se llegaron a identificar con las formas bidimensionales del otro.
- El signo y el gesto
Las Constelaciones de Miró inauguraron un nuevo modo de disponer en la superficie del cuadro toda una serie de formas que, interconectadas entre sí, ejercerían una notable influencia en la obra de gran parte de los expresionistas abstractos norteamericanos como Jackson Pollock o Mark Rothko.
- Mujeres, pájaros y estrellas
Con los años, el vocabulario de signos visuales que el artista inicia en 1924 sufre numerosas revisiones, cambios y transformaciones, pero manteniendo siempre la misma identidad e intensidad poética. Los motivos no son nuevos – mujeres-pájarosestrellas-, pero el pintor les concede una nueva vida y los utiliza casi como pretexto para el estudio sobre la propia pintura y la gestualidad.
- Las cabezas
Criaturas extrañas, a veces traviesas, otras líricas en las que adivinamos atributos humanos. Cabezas solitarias que surgen del lienzo y que en ocasiones nos miran inquisitivamente produciendo en el espectador una suerte de miedo mezclado con el humor que trasluce toda su obra.
- Desafío a la pintura
El desafío a la pintura no es un tema nuevo para Miró. En esta última parte se recoge una serie de obras que se entienden mejor si recordamos la célebre frase según la cual el artista quería «asesinar la pintura». Este asesinato tiene un doble sentido. Por un lado, los materiales de deshecho, las tablillas, las resinas y los pegotes de pintura se convierten en protagonistas. Por otro, interviene sobre obras de pintores desconocidos: compra obras encontradas en mercados populares sobre las que pinta, con un resultado que es una mezcla de ambos artistas.