Cada último miércoles de agosto, Buñol (Valencia) se transforma en un mar rojo. La Tomatina, la guerra alimentaria más célebre del planeta, reúne a miles de combatientes de 50 nacionalidades. ¿Cómo una reyerta juvenil devino fenómeno global? Tras décadas de prohibiciones y protestas, hoy es un símbolo de libertad y catarsis colectiva.
El estallido inicial: tomates contra el aburrimiento
Corría 1945. Durante las fiestas patronales, un grupo de jóvenes intentó colarse en el desfile de «Gigantes y Cabezudos». En la trifulca, uno cayó al suelo. Ciego de ira, agarró tomates de un puesto cercano y los lanzó contra sus rivales. Así nació el caos espontáneo que las autoridades prohibieron en los años 50, incluso con detenciones. Pero los vecinos replicaron con ingenio: en 1957 organizaron el «entierro del tomate». Un cortejo fúnebre con ataúd incluido recorrió las calles mientras una banda tocaba marchas solemnes. La presión social triunfó: el ayuntamiento legalizó la batalla bajo reglas estrictas.
La ceremonia del palo jabón: el pistoletazo de salida
A las 10:00 AM, la Plaza del Pueblo congela el tiempo. Un palo de 6 metros, untado en grasa y coronado por un jamón, se yergue ante miles de miradas. Valientes anónimos escalan la estructura resbaladiza mientras la multitud corea: «¡Agua, agua!» para aliviar el calor. Cuando alguien logra desprender el jamón, una carcasa anuncia el inicio. Siete camiones descargan entonces 120.000 kilos de tomates pera en una hora de euforia controlada.
Secretos bajo la pulpa: verdades que sorprenden
- Tomates con pasaporte: La variedad pera proviene exclusivamente de la Vall d’Albaida (Valencia). Son frutos desechados por su sabor insípido y textura blanda, ideales para minimizar riesgos.
- Limpieza ecológica: El ácido del tomate desinfecta los adoquines. Bomberos y vecinos dejan las calles impolutas en 3 horas usando agua de canales locales.
- Generación T: Desde 2013, niños de 4 a 14 años disfrutan la Tomatina Infantil (sábado previo), con normas de seguridad y tomates más blandos.
- Reglas sagradas: Prohibido lanzar botellas, romper camisetas o continuar tras el segundo disparo. En 2024 se usaron 125 toneladas para 23.000 participantes.
De fiesta rebelde a icono turístico
El salto a la fama llegó con un reportaje de TVE en 1983. En 2002, recibió el título de Fiesta de Interés Turístico Internacional. El éxito trajo masificación: en 2013 llegaron 45.000 personas, superando 10 veces la población local. Desde entonces, entrada obligatoria (12-22€) limita aforo a 22.000.
Copias surgieron en Colombia, China o California, pero ninguna iguala al original. En India, un ministro de Karnataka vetó un proyecto similar: «Desperdiciar comida es inmoral cuando hay hambre».
¿Por qué perdura la magia?
Más allá del caos, la Tomatina es terapia colectiva. Como explica Juan Martínez, bunyolero de tercera generación: «Aquí no hay extraños; bajo el zumo todos sonríen igual». Su supervivencia se debe al arraigo en las fiestas patronales de Buñol, que incluyen paellas gigantes, conciertos y procesiones.
En 2024, el 70% de asistentes fueron extranjeros, pero el espíritu local resiste. Tras la batalla, vecinos comparten tortillas y vino en plazas secundarias. «El tomate une, pero la hospitalidad nos define», afirma Carmen Llopis, dueña de un bar centenario.
