La Antártida ha sido testigo del continuo crecimiento del turismo, tanto en el número de visitantes y actividades que realizan como en el número de barcos que llegan a sus aguas, o en la diversidad de itinerarios y lugares a los que acceden.
La expansión del turismo presenta oportunidades comerciales y educativas únicas, pero también está ejerciendo una importante presión sobre el entorno natural, en su mayor parte virgen, por lo que es necesario mantener un control.
El seguimiento continuo de la efectividad de las diferentes estrategias e instrumentos de gestión turística es imprescindible. Las normas de comportamiento y directrices para sitios de visita adoptadas por el Tratado Antártico intentan ya minimizar los impactos de esta actividad en los lugares de desembarco.
Gestión sostenible del turismo
“Nuestra investigación propone un modelo para llevar a cabo esta función, fundamental para la gestión sostenible del turismo antártico, basándose en la experiencia acumulada en otros espacios protegidos mundiales, como son las islas Galápagos”, explica Javier Benayas, investigador de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) que lidera un estudio sobre los impactos y la gestión del turismo antártico, que se publica la revista Journal of Environmental Management.
El propósito, por tanto, es evaluar la efectividad de las directrices marcadas para la visita turística en la isla Barrientos, uno de los enclaves más populares y más visitado en la Antártida.
Valor ecológico de la isla
En una primera parte, el trabajo lleva a cabo un amplio inventario de la biodiversidad de esta isla y se describen sus valores ecológicos, poniendo de manifiesto que la Isla Barrientos posee la tercera mayor riqueza biológica entre los 15 sitios más visitados en la Región de la Península Antártica.
A continuación, se evalúo cómo está afectando el turismo a la biodiversidad y el medio ambiente de este lugar, y cómo las Directrices para Sitios de Visitantes y otras medidas de manejo están contribuyendo a controlar estos impactos.
“Los datos obtenidos permiten confirmar que estos instrumentos han sido positivos y valiosos al proporcionar orientaciones para regular las visitas a la isla. Sin embargo, la información que aportan a nivel de los valores ambientales del entorno es muy limitada y no permiten una gestión eficaz en los procesos de toma de decisión sobre la gestión de los impactos del turismo antártico”, añade la investigadora Daniela Cajiao, científica de la UAM.
Isla Barrientos como modelo
Para solventar esta limitación, el trabajo propone aplicar un enfoque alternativo basado en la gestión adaptativa para que sirva de ejemplo y referencia para la gestión de otros enclaves turísticos antárticos.
Este tipo de enfoque se basa en la obtención continua de información actualizada sobre indicadores, que muestran las presiones que influyen en los espacios naturales y cómo se ven afectados distintos componentes de los mismos.
“Si ciertas actividades humanas, como es el caso del turismo, nos alejan de nuestros objetivos de conservación o deterioran en exceso el entorno, se propone adoptar medidas de gestión del turismo más restrictivas destinadas a reducir su impacto”, señala Pablo Tejedo, investigador de la UAM que colabora en la publicación.
Según los autores del estudio, “la intención última es conservar de manera más eficiente la biodiversidad y los valores ambientales antárticos, al tiempo que también se permite el desarrollo de la única actividad económica que se realiza en la Antártida y que mueve unos quinientos millones de dólares al año. De esta forma se puede seguir apostando por un turismo antártico sostenible y compatible con la conservación”.