El consumo de alcohol es un problema de salud con una gran parte de responsabilidad social. El consumo de bebidas alcohólicas es casi obligado cuando se trata de estar rodeados de otras personas, y esto es algo que comienza siendo muy jóvenes, en algunos casos durante la adolescencia.
Esto tiene sus problemas de salud añadidos, ya que además de las consecuencias que eso podrá tener en el futuro para su cuerpo, el alcohol puede producir daños en el cerebro, que aun no ha terminado de desarrollarse.
La dieta de la infancia influye en la adolescencia
El consumo de alcohol es un factor con un fuerte componente hereditario, pero que también está muy influenciado por el ambiente en el que crecemos. Dentro de ese ambiente, algunos factores pueden ser modificables, y otros no.
La alimentación es uno de los primeros, y por eso un estudio científico se ha centrado en analizar si existe una relación entre la propensión a consumir más azúcar y más grasas durante la infancia y un mayor consumo de alcohol en los años siguientes, durante la adolescencia.
«Nuestra hipótesis era que una exposición temprana a dietas ricas en grasas y azúcar podía afectar al los comportamientos alimenticios más adelante, incluido el consumo de alcohol», explican los autores en el estudio realizado por la Universidad de Cambridge.
En este caso, analizaron los datos de un total de 2.263 participantes para estudiar sus hábitos entre los 5 y los 9 años, y después entre los 11 y los 16. Se midió la propensión a tomar azúcar y grasas de los primeros (entendiéndola como el porcentaje de alimentos ricos en esos componentes dentro del total de los que componían su dieta) y el consumo de alcohol de los segundos (entendido como un consumo semanal o mayor frente a un consumo menor a una vez por semana).
A mayor consumo de azúcar, mayor consumo de Alcohol
Los resultados mostraron una asociación positiva entre ambos factores, es decir, que cuanto mayor era la propensión al consumo de azúcar y grasas en la infancia, mayor era el consumo de alcohol en la adolescencia, con independencia de otros factores como el nivel educativo o los ingresos de los padres o que estos fuesen más o menos estrictos, entre otros.
Los autores consideran que los niños con más grasas y azúcar en su alimentación pueden acostumbrarse a valorar la palatabilidad de lo que comen antes que reparar en sus efectos, y señalan que puede haber grupos de niños en un mayor riesgo de caer en un consumo de alcohol excesivo más adelante, especialmente en momentos en que la publicidad de alimentos insanos es omnipresente y la ofrecen como un mecanismo de compensación para otros problemas.