El 40% de las personas incrementa su consumo de alimentos calóricos en situaciones de estrés y nerviosismo, según han asegurado el coordinador del Grupo de Trabajo de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), Albert Lecube, y la secretaria general de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO), Susana Monereo.
Y es que, el estrés funciona como un ritmo circadiano e interactúa con otros sistemas para regular una gran variedad de funciones endocrinas, inmunológicas, metabólicas y cardiovasculares. Así, más allá de la influencia que pueden tener los niveles de insulina, el estrés produce la activación del eje hipotálamo-hipofisario-glándula adrenal, favoreciendo la producción de corticoides por las glándulas adrenales. De hecho, en el cerebro hay receptores para esta hormona que al ser estimulados actúan como factores de transcripción o regulando la expresión de algunos genes.
El estrés es una causa de ganancia ponderal. Cuando estamos en una situación estresante tenemos tendencia a comer aquellos alimentos llamados de ‘recompensa’, que son los que nos dan un mayor placer, ya que son ricos en azúcares y grasas
Ahora bien, la secretaria general de SEEDO ha recordado que los alimentos calóricos sólo producen un «bienestar» por un periodo corto de tiempo, por lo que cuando una persona está estresada y consume compulsivamente comida de alto contenido graso para «paliar» su estrés, a los pocos minutos de dicha ingesta vuelve a padecer ese nerviosismo.
«El mejor tratamiento es el orden, comer bien, no estar todo el día picando, dormir adecuadamente y practicar diariamente ejercicio», ha comentado Monereo, para recordar que el 62 por ciento de la población española tiene problemas de peso y que, de ellos, el 22 por ciento padece obesidad. En este sentido, la especialista ha rechazado las llamadas «dietas milagro» ya que este tipo de alimentación «acaba siempre en obesidad».
No obstante, el coordinador del Grupo de Trabajo de Obesidad de la SEEN ha reconocido que aquellas personas que, inicialmente, antes de sufrir el estímulo estresante, tienen sobrepeso u obesidad leve son más propensas a incrementar su ingesta calórica y, por ende, su peso. Por el contrario, aquellas con un peso inicial de normalidad o con bajo peso suelen responder a las situaciones de estrés no modificando su ingesta.
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