En menos de una década, Airbnb se ha convertido en la plataforma de alquiler de apartamentos turísticos más popular. Ofrece más de tres millones de alojamientos en más de 65.000 ciudades y en más de 190 países, más de 160 millones de turistas han optado por Airbnb este verano. Esto genera una gran competencia al sector hotelero, contribuye a gentrificar barrios enteros y, en la mayoría de los casos, escapan a la legalidad de la regulación de las ciudades en materia de alquiler turístico, esquivando los impuestos que les corresponderían. La polémica está servida.
Airbnb se ha comprometido a retirar los pisos turísticos ilegales de Barcelona que se anuncian en su página web, después de haber salido a la luz el fraude de inquilinos que anunciaban los pisos que tenían alquilados.
«Es la ciudad europea donde el conflicto con los vecinos y el Ayuntamiento ha llegado más lejos, pero cada vez hay más destinos que se suman a la polémica, entre ellos Baleares, Valencia, Madrid y otras capitales de atractivo turístico», afirma Pablo Díaz, profesor de Economía y Empresa de la UOC.
Según el experto, Airbnb ha perdido en gran medida la vertiente colaborativa, porque la mayoría de gente alquila el apartamento entero e, incluso, hay quien gestiona el alquiler de viviendas de terceros, lo que implica la pérdida de contacto y el trato humano prácticamente ya no existe. A pesar de ello, asegura Díaz, «sigue habiendo muchas familias que sí funcionan de forma colaborativa y Airbnb lo aprovecha para seguir defendiendo su modelo».
El precio que pagan los ciudadanos
«Iniciativas como Airbnb han hecho que se encarezca el alquiler de las viviendas en localizaciones demandadas por los turistas», reconoce Díaz, sobre todo porque hay propietarios que creen que, si alquilan el piso dos o tres fines de semana al mes, pueden sacar más dinero que si lo alquilan de forma más estable. Según datos del informe La actividad turística en la ciudad de Barcelona 2016, el 20% de los turistas que visitaron Barcelona el año pasado se alojaron en un apartamento turístico o HUT (vivienda de uso turístico, en sus siglas en catalán). En total, la capital catalana recibió cerca de diez millones de turistas.
«Sin embargo, el turismo no tiene toda la culpa del encarecimiento de los alquileres, porque antes del boom del turismo el incremento de precios ya se estaba produciendo», Remarca Díaz. Apunta que hay otras razones que también contribuyen a ello, como el hecho de que la generación de los milénicos no se endeuda tanto para comprar un piso porque prefiere vivir de alquiler, o el hecho de que hay muchos pisos vacíos y, por consiguiente, menos oferta.
Alternativas a Airbnb
«Sin embargo, existen otras alternativas a este gigante turístico», afirma Pablo Díaz, profesor de Economía y Empresa de la UOC. «Son más colaborativas que Airbnb, que ha ido evolucionando hacia un modelo de negocio que ha perdido la filosofía de compartir», añade el experto.
Entre las alternativas, está la plataforma Couchsurfing, que nació en 2004 y consiste en acoger en casa a turistas, a cambio de que los anfitriones después sean alojados por los primeros. Cada año cuatro millones de viajeros utilizan la plataforma, que tiene 400.000 anfitriones repartidos por el mundo.
Dos opciones más con un modelo similar son BeWelcome y Fairbnb, iniciativas que se dan en ciudades saturadas como Barcelona, Venecia, Ámsterdam o Nueva York. «Uno de los elementos que hacen que estas plataformas sean más sostenibles es el hecho de que no haya una transacción económica entre los anfitriones y los viajeros», afirma Díaz.
Tampoco suele haber en el intercambio de casa por periodos más o menos largos, como HomeExchange. En esta opción no se convive con los propietarios, ya que supone cambiar tu casa por la casa de otra familia durante un periodo de tiempo que ambas partes determinan. Funciona en 150 países y ha generado más de un millón de intercambios. La mayor parte del público de este tipo de plataformas es familiar.
«Compartir, confianza y autenticidad son tres elementos que aportan valor al turismo colaborativo, además del objetivo principal, que es reducir gastos», explica el profesor de turismo.
Otra iniciativa más singular es la modalidad house-sitting, que consiste en alojarse de forma gratuita a cambio de cuidar de las mascotas de la casa, que también tiene la variante de cuidar de la propia casa. Son ejemplos de ella Hombre-sitters, House Carers, Trusted House-sitters, Luxury House-sitting y Mind my House. «Existen otras iniciativas, más recientes, que consisten en ofrecer intercambio de casas o alojamiento a turistas a cambio de puntos, que luego los anfitriones pueden gastar viajando», añade Díaz.