Hace más de 90.000 años, el Valle Alto del Lozoya, ubicado en la Comunidad de Madrid, era un escenario próspero de recursos naturales que pudo haber sustentado a grupos de neandertales de forma estable. Este es el descubrimiento de un reciente estudio publicado en la revista Archaeological and Anthropological Sciences, que analiza la disponibilidad de alimento en la región cuando se formó la Cueva del Camino, uno de los yacimientos más significativos para estudiar a los neandertales en el centro de la península ibérica.
Un equipo de investigadores liderado por Lucía Molino, del Departamento de Geodinámica, Estratigrafía y Paleontología de la UCM, ha estudiado la cantidad de carne disponible en el ecosistema del Valle del Lozoya durante el Pleistoceno. Los resultados apuntan a que la región podría haber sostenido a un grupo estable de unos 34 neandertales, gracias a la abundancia de grandes herbívoros como los gamos, jabalíes, caballos, castores y hasta especies imponentes como el uro y el rinoceronte estepario. Según Guillermo Rodríguez-Gómez, investigador de la Comunidad de Madrid en la UCM y coautor del estudio, «la abundancia de recursos cárnicos en esta región rivaliza con la de grandes yacimientos de la Europa Pleistocena, como los de la sierra de Atapuerca, e incluso con ecosistemas africanos como el del Serengeti en Tanzania».

El alto rendimiento de los mamíferos en esta área significaba que los neandertales disponían de un suministro constante de recursos. Esto les habría permitido establecerse en el valle de forma permanente sin la necesidad de migrar largas distancias en busca de alimento, un aspecto crucial para su supervivencia en un entorno tan competitivo.
Un ecosistema comparado con el serengeti
En palabras de Enrique Baquedano, director arqueológico de la excavación, el ecosistema del Valle del Lozoya guarda sorprendentes similitudes con el famoso Parque Nacional del Ngorongoro en Tanzania, en términos de su capacidad para concentrar grandes cantidades de fauna. “La rica biomasa de herbívoros del valle lo convierte en un excelente cazadero para los neandertales, los leones de las cavernas y otros depredadores. Donde hay mucha vida, hay mucha muerte”, explica Baquedano. Esta densidad de animales habría asegurado a los neandertales una fuente continua de recursos para su alimentación y supervivencia.

Un punto clave en el estudio de los neandertales
Los hallazgos realizados en el Valle Alto del Lozoya también revelan aspectos interesantes sobre la densidad de población de los grupos humanos de la época. Juan Luis Arsuaga, director paleontológico de la excavación, señala que el número estimado de unos 30 neandertales en el valle sugiere una población con una densidad suficiente para mantenerse, aunque advierte que la genética de un grupo tan pequeño podría haber implicado riesgos relacionados con la consanguinidad. «Un grupo con tan pocos adultos no es genéticamente viable», explica Arsuaga.
Sin embargo, esto no implica que los grupos de neandertales del Valle del Lozoya vivieran aislados. La proximidad de territorios vecinos sugiere interacciones y relaciones con otros grupos de neandertales, sobre todo en el tramo medio del valle. De esta forma, los neandertales podrían haber mantenido una red de contacto con otras poblaciones, asegurando su supervivencia y diversidad genética.
La importancia del Valle Alto del Lozoya en la prehistoria europea
Este estudio contribuye significativamente a nuestra comprensión de la vida de los neandertales, ofreciendo nuevos detalles sobre cómo organizaban sus sociedades y cómo interactuaban con su entorno natural. El Valle Alto del Lozoya emerge como un lugar clave para el estudio de la prehistoria europea, al proporcionar un modelo de ecosistema favorable para estos grupos humanos. «Este trabajo sentará las bases para profundizar en la vida de los neandertales, permitiéndonos entender mejor cómo se organizaban y sobrevivían en un entorno lleno de oportunidades», concluye Rodríguez-Gómez.