Una reciente revisión publicada en este año 2017 ha representado un modelo conceptual que ilustra el papel del ejercicio en la diversificación de la microbiota intestinal para mejorar la salud intestinal y sistémica.
Los seres humanos tenemos 10 veces más microbios en nuestro organismo que células. Dichos seres vivos han convivido con nuestro cuerpo a lo largo de la evolución y son absolutamente fundamentales para la vida y la salud humana.
Esta comunidad puede pesar hasta dos kilogramos y está compuesta por aproximadamente 100 trillones de microorganismos, incluidas 1000 especies diferentes de bacterias conocidas con más de tres millones de genes.
Estas comunidades bacterianas son componentes primarios del microbioma que abarca el potencial genético completo de una población bacteriana, así como los productos de la microbiota y el ambiente del hospedador.
Microbiota intestinal, la clave está en el intestino
La microbiota intestinal es la comunidad de microorganismos vivos residentes en el tubo digestivo. Dicho de una forma simple, la microbiota intestinal es el conjunto de bacterias que vive de manera habitual en el intestino de los seres humanos y de muchos animales.
La mayoría de este conjunto de bacterias no son dañinas para la salud, y muchas son beneficiosas participando en numerosos procesos fisiológicos, participando de manera principal en múltiples funciones del organismo.
Es más, la microbiota intestinal ha pasado de considerarse un comensal acompañante, a considerarse un “órgano metabólico”, con funciones en la nutrición, la regulación de la inmunidad y la inflamación sistémica.
La mayoría de la microbiota se alberga en el intestino grueso y se somete a etapas durante el ciclo de vida del huésped, siendo el tiempo más dinámico el de la infancia.
Factores que contribuyen a los cambios en la microbiota intestinal
Cualquier perturbación en la microbiota puede interrumpir la homeostasis intestinal. Como tal, la acumulación de evidencia sugiere que el desequilibrio entre la abundancia de organismos beneficiosos y perjudiciales (disbiosis) contribuye al desarrollo de enfermedades crónicas como la obesidad, la diabetes tipo 2, la enfermedad inflamatoria intestinal y el cáncer.
Se cree que la occidentalización de la sociedad, el aumento de la higiene, los cambios en la dieta, la reducción de la actividad física y el aumento en el uso de antibióticos han contribuido a los cambios en la microbiota intestinal.
Obesidad
El ejercicio aumenta y mejora la diversidad microbiana y reduce la cantidad de bacterias patógenas, entre otros aspectos. Alternativamente, se ha demostrado que tanto la dieta como el ejercicio parecen modular la expresión de proteínas clave implicadas en el mantenimiento de la integridad de la membrana epitelial a través de uniones estrechas, así como implicadas en el estado inflamatorio del intestino.
Por lo tanto, el contribuyente más común a los cambios microbianos es el comportamiento humano, a través de la dieta y el ejercicio. En cuanto al ejercicio, se sabe que éste ejerce un papel beneficioso en la homeostasis y la regulación de la energía, y la evidencia reciente sugiere que esto puede ser a través del aumento de la diversidad microbiana.
Sin embargo, los efectos del ejercicio no se limitan al aumento de la diversidad. También se sabe que el ejercicio reduce los mediadores inflamatorios, aumenta las enzimas antioxidantes y disminuye la expresión del factor de necrosis tumoral (TNF-α) en los linfocitos intestinales.
El ejercicio representa una piedra angular en la prevención primaria de al menos 35 enfermedades crónicas. Durante las últimas dos décadas se ha acumulado un conocimiento considerable sobre la importancia del ejercicio como el tratamiento de primera línea de varias enfermedades crónicas.
El ejercicio puede reducir la inflamación del intestino
Los estudios han señalado que el ejercicio puede aumentar las enzimas antioxidantes, las citoquinas antiinflamatorias y las proteínas antiapoptóticas (proteínas que interviene controlando los mecanismos de muerte celular con actividad anti-muerte celular) en los linfocitos intestinales.
También se ha observado, como comenté anteriormente, que el ejercicio disminuye el factor de necrosis tumoral (TNF-α) y otras citoquinas proinflamatorias, lo que apoya que el ejercicio puede modular la respuesta inmune intestinal.
Las dietas altas en grasa aumentan la inflamación intestinal, pudiendo el ejercicio reducir esta inflamación y mejorar la integridad del epitelio intestinal. El poder del ejercicio es increíble, y una vez más se muestra que el ejercicio es absolutamente imprescindible en nuestras vidas, que no te quepa la menor duda.