La Ermita, un barrio de Manzanares el Real enclavado en un entorno natural privilegiado, libra una batalla contra la desidia institucional. Sus residentes, hastiados por la falta de infraestructuras básicas y el colapso por el turismo masivo, han elevado su queja formal a la institución defensora ante la inacción de Ayuntamiento, Comunidad de Madrid y Confederación Hidrográfica del Tajo.
Un paraíso natural que se convirtió en una pesadilla cotidiana
Imagine vivir en un lugar con vistas imponentes a La Pedriza, donde el aire limpio de la sierra llena los pulmones cada mañana. Este fue el sueño que atrajo a muchas familias al barrio de La Ermita, en Manzanares el Real. Sin embargo, ese idílico cuadro se ha agriado con el paso de los años, transformándose en una lucha diaria contra el aislamiento, la inseguridad y el abandono. Los vecinos relatan cómo la promesa de una vida tranquila se ha quebrado contra el muro de la inacción administrativa, un muro que ahora intentan derribar acudiendo al Defensor del Pueblo.
Infraestructuras de otro tiempo: El acceso, la eterna asignatura pendiente
La conexión del barrio con el mundo exterior pende de un hilo, o más concretamente, de un puente. No se trata de una robusta obra de ingeniería, sino de una estructura levantada décadas atrás por los propios vecinos con carácter provisional. La palabra «provisional» se ha desgastado con el tiempo, igual que el propio puente, que con cada crecida del río Manzanares amenaza con desaparecer bajo la corriente, dejando a los residentes literalmente incomunicados. Por el otro acceso, un camino de tierra se transforma en un intransitable lodazal con las primeras gotas de lluvia, aislando aún más a una comunidad que ya se siente olvidada. Las calles internas, sin asfaltar o con un hormigón agrietado y lleno de parches, completan un panorama de infraestructuras tercermundistas en el corazón de la Comunidad de Madrid.

La invasión del incivismo: El colapso del turismo descontrolado
Si los problemas internos fueran poco, desde la pandemia, una nueva plaga se ha cernido sobre La Ermita: el aluvión incontrolado de visitantes. Atraídos por la belleza del entorno natural protegido –el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares–, miles de personas colapsan el barrio los fines de semana. Los coches bloquean las entradas, impidiendo el paso de residentes y, crucialmente, de servicios de emergencia. El ruido de botellones se extiende hasta altas horas de la madrugada, quebrando la tranquilidad serrana. Pero el legado más visible del incivismo es la basura: montones de residuos abandonados tanto en las riberas del río como en las propias calles del barrio, generando un impacto visual y medioambiental devastador en un espacio de alto valor ecológico.
La gota que colmó el vaso: La creación de una asociación de vecinos
Ante la magnitud de los problemas y la falta de respuestas, la queja individual dio paso a la acción colectiva. En octubre de 2024, los vecinos se constituyeron formalmente en la Asociación de Vecinos La Ermita de Manzanares el Real. Esta plataforma no busca privilegios, sino simplemente equiparar sus derechos a los de cualquier otro barrio. Su objetivo es claro: exigir que todas las administraciones competentes dejen de mirar para otro lado y cumplan con su obligación de hacer cumplir la ley. “No pedimos nada extraordinario, solo lo mínimo para vivir con dignidad”, podría resumir el sentir general de la comunidad.
Un reparto de responsabilidades: ¿Quién debe hacer qué?
La desesperación vecinal no nace de la nada, sino de la incapacidad para identificar un único responsable. El problema es multifactorial y, por tanto, la solución requiere de la intervención coordinada de varias instituciones, cada una con su parcela de competencia.
- Al Ayuntamiento de Manzanares el Real le exigen que urbanice sus calles y los accesos al barrio, equiparándolos al resto del municipio. Además, reclaman una actuión contundente contra el incivismo de los visitantes y la prohibición del baño en el río.
- A la Comunidad de Madrid le demandan que proteja efectivamente el espacio natural de actividades prohibidas en su propia normativa (baño, aparcamiento irregular, depósito de basuras) y que agilice una solución legal para la urbanización de los accesos.
- A la Confederación Hidrográfica del Tajo le solicitan actuaciones urgentes en el cauce del río para prevenir desbordamientos que ponen en peligro viviendas y vecinos, además de vigilar el cumplimiento de la prohibición de baño.
- Al SEPRONA de la Guardia Civil le piden un aumento de los patrullajes y controles para identificar y sancionar las infracciones medioambientales y de seguridad ciudadana.
La última baza: La denuncia por inacción ante el Defensor del Pueblo
Ante la pasividad reiterada de todos estos organismos, los vecinos han agotado la vía de las peticiones formales y las quejas individuales. El siguiente paso, ya emprendido, es la presentación de una denuncia formal por inacción administrativa ante el Defensor del Pueblo. Esta institución, independiente, actúa como alto comisionado de las Cortes Generales para defender los derechos fundamentales de los ciudadanos. Su intervención supone un rayo de hope para los residentes de La Ermita, que confían en que su mediación obligue por fin a las administraciones a sentarse, coordinarse y actuar. No es una guerra contra nadie, sino una petición de socorro para que su paraíso no se convierta, definitivamente, en un infierno.