Un equipo de antropólogos de la Universidad Autónoma de Madrid ha revelado, a través del análisis de restos óseos, que en la Edad Media la transición a la vida adulta no dependía de la edad, sino del desarrollo físico visible.
La adolescencia, tal como la conocemos hoy, no siempre fue un concepto definido por la edad. En la España medieval, el paso de la infancia a la adultez estaba marcado por la apariencia corporal y no por el calendario. Así lo ha demostrado un estudio reciente publicado en el American Journal of Human Biology, que combina la antropología física con la arqueología para descifrar cómo se entendía esta etapa vital hace más de mil años.
Restos óseos que cuentan historias
Los investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid analizaron los huesos de 37 jóvenes, con edades estimadas entre 8 y 25 años, encontrados en el cementerio altomedieval de Marialba de la Ribera, en León. A través de indicadores óseos, determinaron en qué fase de la pubertad se encontraba cada individuo y compararon estos datos con la ubicación de sus tumbas dentro del cementerio. Ya durante la excavación se observó que los niños y adolescentes se enterraban en áreas diferenciadas según su desarrollo.

Pubertad más lenta y tardía que hoy
Los resultados muestran que la pubertad comenzaba entre los 10 y 12 años, pero avanzaba a un ritmo más pausado que en la actualidad. La primera menstruación, o menarquía, se situaba alrededor de los 16 años, una edad considerablemente más tardía que la que se observa en la población moderna. Este dato refleja no solo diferencias biológicas, sino también condiciones de vida y nutrición propias de la época.
El cuerpo como marcador social
Lo más revelador del estudio es la interpretación social de estos datos biológicos. Los jóvenes que estaban en las primeras etapas de la pubertad eran enterrados en la zona destinada a los niños, mientras que aquellos con un desarrollo corporal más avanzado recibían un lugar junto a los adultos. Esto indica que no era la edad cronológica, sino el aspecto físico, lo que definía el paso a la vida adulta en la comunidad medieval.
Una nueva forma de entender la adolescencia
Este enfoque representa un avance en la antropología física, ya que no se limita a describir características biológicas, sino que integra la evidencia arqueológica con modelos de crecimiento y maduración para reconstruir experiencias sociales del pasado. Para los expertos, el cuerpo funcionaba como un “texto social” que las comunidades leían para asignar roles y estatus, especialmente en una época sin registros civiles ni documentos oficiales.










