El número de adolescentes hospitalizados por depresión en España se ha disparado en los últimos 20 años, según revela una investigación reciente de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Entre el año 2000 y 2021, los ingresos de jóvenes de 11 a 18 años por este motivo crecieron más de un 1200%, pasando de apenas 173 casos anuales a rozar los 1.800 en el último registro anual. Este fenómeno representa una alerta de salud pública que afecta tanto a las familias como al tejido social de cualquier municipio.
El estudio, que ha analizado más de 9.800 altas hospitalarias recogidas en el Registro Nacional, advierte que el 74% de los ingresos correspondieron a adolescentes mujeres. Además, los ingresos se concentran principalmente en la franja de 14 a 17 años, situando la edad media en 16 años, aunque en los últimos años se detecta un preocupante descenso en la edad de ingreso.
Según los expertos, estos datos reflejan no solo una subida de la incidencia, sino también cambios en los patrones sociales y de salud mental de los adolescentes españoles. La mayor visibilidad de estos casos y la mejora en el acceso a servicios sanitarios ayudan a explicarlo, pero no ocultan la gravedad de la situación.
Las consecuencias de un diagnóstico tardío
La depresión en la adolescencia no es solo un problema pasajero, sino un factor de riesgo para dificultades emocionales y sociales prolongadas. El retraso en el diagnóstico o la falta de intervención puede derivar en trastornos persistentes, problemas de socialización, baja autoestima o desarrollo de adicciones. En los casos más graves, estos jóvenes enfrentan riesgo de conductas autolesivas o suicidas, subrayan los especialistas del informe.
El papel de los factores sociales y la crisis sanitaria
El análisis refleja que la crisis económica de 2008, el auge de las redes sociales, la hiperconexión digital y la crisis sanitaria son algunos de los factores que han incidido en el aumento de hospitalizaciones. En concreto, tres de cada cuatro casos observados entre 2000 y 2021 se produjeron a partir de 2011, lo que refuerza la influencia de estos fenómenos sociales y culturales.
Los autores del estudio apuntan que el impacto del confinamiento, el cambio en las rutinas escolares y la presión en las relaciones virtuales reforzaron la tendencia al alza de casos graves que requieren ingreso.
Síntomas de alerta y duración media de los ingresos
El trabajo también constata que el tiempo de estancia hospitalaria por depresión es superior al de otras patologías psiquiátricas, con una media de siete días por ingreso. Entre los síntomas asociados que llevan a la hospitalización destacan las autolesiones, la ideación o los intentos de suicidio. A pesar de la gravedad, la tasa de mortalidad hospitalaria se mantiene baja (0,2%), y se da sobre todo en pacientes de mayor edad.
El psiquiatra Hilario Blasco-Fontecilla, parte del equipo investigador, señala que alteraciones del comportamiento, del sueño, la alimentación y el aislamiento excesivo son señales de alarma. Reconocerlos a tiempo en el entorno familiar o escolar es esencial para intervenir y prevenir desenlaces fatales.
Llamada a reforzar la prevención y la atención especializada
Especialistas e investigadores hacen hincapié en la urgencia de mejorar la prevención y la detección temprana de la depresión adolescente. Proponen nuevas políticas públicas que prioricen recursos específicos y formación en salud mental infanto-juvenil. La implicación de las familias, los centros escolares y los servicios sanitarios es fundamental para cambiar esta preocupante tendencia.
El estudio destaca la necesidad de invertir en profesionales cualificados y en programas de formación que mejoren la atención desde edades tempranas. Asimismo, recomiendan fortalecer la red de apoyo escolar y garantizar una respuesta ágil para los adolescentes en riesgo.