El pediatra del Hospital San Jorge y creador de ‘La Meteo que Viene’ fallece en un alud en Panticosa, dejando un vacío insustituible en la medicina divulgativa y el montañismo. Su legado desafió los protocolos estáticos para devolvernos el sentido común en la salud.
El silencio ha caído dos veces sobre el Pirineo. Primero, con la nieve que tanto amaba y estudiaba; después, con la confirmación de la tragedia. El Dr. Jorge García-Dihinx Villanova (Zaragoza, 1970-2025) ha fallecido víctima de un alud a los pies del pico Tablato, llevándose consigo una forma de entender la medicina y la montaña que ya es historia de nuestra divulgación. No se ha ido solo un pediatra experto en gastroenterología, ni un simple aficionado al esquí. Se ha marchado una mente inquieta que dedicó su vida a desmontar los dogmas de una medicina a menudo acartonada y a enseñarnos a sobrevivir, tanto a las tormentas de nieve como a las tormentas metabólicas de la vida moderna.
Un pediatra contra la «enfermedad de la civilización»
García-Dihinx no era un médico de escritorio y receta automática. Desde su consulta en la Unidad de Nutrición del Hospital San Jorge de Huesca, entendió pronto que las herramientas tradicionales se estaban quedando oxidadas frente a las nuevas epidemias. Mientras los protocolos oficiales seguían culpando a las grasas de todos los males, él miró los datos con lupa y valentía. Su medicina era evolutiva, lógica y, sobre todo, preventiva.
Entendió que la salud no se fabrica en una farmacia, sino en la cocina y en los hábitos. Su lucha no era contra sus pacientes, sino contra una inercia sistémica que prefiere tratar síntomas antes que atajar causas. Fue un pionero en alzar la voz para decir que la obesidad infantil y la diabetes tipo 2 no eran maldiciones genéticas, sino el resultado de un entorno tóxico que hemos normalizado.
¿Y si el colesterol nunca fue el villano?
Quizás su batalla más sonora y valiente fue la recontextualización del colesterol. En un mundo médico obsesionado con bajar cifras a toda costa, García-Dihinx se atrevió a decir lo que pocos querían oír: «El colesterol es una molécula esencial para la vida». Con la evidencia en la mano, nos recordó incansablemente que el cerebro, ese órgano que nos hace humanos, apenas pesa un 4% del cuerpo pero atesora el 25% de nuestro colesterol.
Su visión rompía el relato del miedo. Nos explicó que el colesterol no es un veneno que fluye por nuestras venas esperando matarnos, sino un reparador necesario. El verdadero enemigo, insistía, es el contexto metabólico. Un colesterol alto en un cuerpo sano, que hace deporte y come comida real (el perfil que él llamaba Lean Mass Hyper Responder), no tiene el mismo riesgo que en un cuerpo inflamado por el sedentarismo y la comida basura. «Nos dijeron que el colesterol mata, pero nadie nos dijo que es el alimento del cerebro», solía repetir, invitando a sus pacientes y seguidores a perder el miedo a los huevos o las grasas naturales.
La incómoda verdad sobre las estatinas y el azúcar
Su honestidad intelectual le llevó a pisar callos importantes. Fue profundamente crítico con el uso masivo de estatinas en personas sanas (prevención primaria). Denunció que reducir un número en una analítica no sirve de nada si el precio a pagar es bloquear vías metabólicas vitales o aumentar el riesgo de diabetes, especialmente en mujeres. Para él, tratar a un paciente basándose solo en el LDL era como intentar arreglar un coche mirando solo la presión de las ruedas.
Explicó con una claridad pedagógica envidiable que el mecanismo real por el que las estatinas a veces funcionan no es por bajar el colesterol, sino por sus efectos antiinflamatorios y la liberación de óxido nítrico. Pero, ¿a qué coste? Su dedo acusador apuntaba en otra dirección: el azúcar y la insulina.
Utilizó sus redes para explicarnos que la insulina actúa como un «candado» que impide quemar grasa. Nos enseñó que «la fructosa es un misil teledirigido al hígado», diferenciando siempre entre comerse una manzana (con su fibra y matriz) y beberse un zumo, que metabólicamente se comporta como un refresco. Su mensaje era liberador: la culpa no es de la grasa que comes, sino del azúcar que te impide quemarla.
Dormir: el pilar olvidado de la salud
Si la nutrición era su campo de batalla, el sueño era su santuario. Jorge fue tajante: «La alimentación y el ejercicio no sirven para nada sin un buen sueño». En una sociedad que presume de dormir poco para producir más, él nos recetaba descanso como la medicina más potente.
Nos habló de la «limpieza cerebral» que ocurre mientras dormimos (el sistema glinfático) y de cómo la falta de sueño nos envejece, nos hace menos fértiles y más propensos al Alzheimer. Sus consejos sobre higiene del sueño eran perlas de sabiduría práctica: exponerse a la luz del sol por la mañana para sincronizar el reloj biológico, evitar las pantallas azules que bloquean la melatonina y entender que la cafeína de las cinco de la tarde sigue en tu cerebro a las once de la noche.
La ironía trágica de «La Meteo que Viene»

Pero Jorge García-Dihinx tenía una doble vida pública. Para miles de montañeros, él era el guardián del Pirineo. Su blog, La Meteo que Viene, con más de 34 millones de visitas, no era una simple página de previsiones. Era una biblia de seguridad.
Escribía sobre isobaras y anticiclones con la misma pasión que sobre lípidos y glucosa. Sus boletines de aludes eran leídos con devoción religiosa cada jueves por esquiadores de toda España. Hay una ironía desgarradora en su final: el hombre que dedicó miles de horas a advertir sobre los peligros del manto nivoso, sobre las placas de viento y las trampas de la montaña invernal, ha perdido la vida precisamente ahí, en el medio que dominaba.
El pasado 25 de diciembre, fiel a su compromiso, lanzó una advertencia sobre el peligro de placas por encima de los 2.400 metros. Cuatro días después, en el+las cercanías del pico Tablato, la montaña dictó su sentencia imparable, llevándoselo junto a su pareja, la gran corredora Natalia Román. La montaña no distingue entre expertos y novatos, y esa es quizás la última y más dura lección que nos deja.
Un legado de verdad y vida
La comunidad médica pierde a un referente que supo unir ciencia y humanismo. Sus seguidores pierden a un maestro que traducía papers complejos al idioma de la calle. Pero sobre todo, perdemos a un hombre libre que no se casó con nadie, salvo con la evidencia y con la naturaleza.
Jorge García-Dihinx nos enseñó que la salud no es la ausencia de enfermedad, sino la vitalidad plena. Nos animó a salir al sol sin miedo, a levantar pesas pasados los 50 para proteger nuestros huesos, a comer comida real y a respetar los ritmos de la noche. Su legado no está en los protocolos que cuestionó, sino en las miles de personas que recuperaron su salud gracias a que un día, un médico valiente decidió decirles la verdad.
Descansa en paz, doctor. Que la nieve te sea leve y que tu huella, tanto en la medicina como en la montaña, no se borre jamás.
Sus consejos en Instagram: https://www.instagram.com/jorgegarciadihinx/











