La pizza hawaiana tiene sus adeptos y sus detractores pero en lo que todos los amantes de la pizza están de acuerdo es de que de Hawaiana tiene poco, pero ¿Cuál es su origen?
Creada por casualidad por un inmigrante griego afincado en Canadá, es hoy uno de los platos más queridos del país.
El origen griego de una pizza canadiense
Los movimientos migratorios han definido gran parte de nuestras culturas gastronómicas, sin la inmigración, con sus intercambios de ingredientes, técnicas y conocimientos, sería imposible comprender cómo comemos hoy en día, y la globalización sin duda ha roto aún más las fronteras culinarias.
Canadá recibió desde mediados del siglo XX más de 100.000 inmigrantes griegos que se aventuraron a abrir sus propios negocios, muchos de ellos hosteleros. Lo curioso es que desde finales de los años sesenta la gran mayoría apostó por un modelo de local entre diner y pizzería que daría lugar a algunas de las franquicias más populares del país.

Sam Panopoulos, creador de la pizza hawaiana
Pero fue un joven llamado Sam Panopoulos quien firmaría de casualidad uno de los platos más icónicos de la gastronomía mundial. Nacido en Grecia, Panopoulos llegó a Canadá con su familia en 1954, no sin antes hacer una afortunada parada en Nápoles, donde conoció la pizza por primera vez. Ya en tierras americanas empezó a trabajar en diversos locales en la región de Windsor-Detroit, zona fronteriza con Estados Unidos.
A principios de los cincuenta la pizza prácticamente era una desconocida para los canadienses. Según contaba el propio Panopoulos, había que cruzar a Detroit para probarla, y de allí saltó al país vecino con las primeras tímidas incursiones. Como recoge el libro ‘Signature dishes that matter’, por entonces la pizza se veía como «comida étnica», un exotismo desconocido para el paladar local.
Un comienzo muy primitivo de las pizzas en América
Fue poco después cuando Sam Panopoulos abrió con su hermano un restaurante, en la localidad de Chatham (Ontario). Motivado por salir de la monotonía del menú clásico de este tipo de locales, contrató a un cocinero asiático para empezar a jugar con platos de inspiración china e introducir nuevos sabores en el aburrido gusto de su clientela. La pizza era el siguiente paso.
Las primeras pizzas de Canadá eran muy «primitivas, no estaba mal, pero no eran nada especial». Normalmente solo se servían con champiñones de lata, queso, beicon o pepperoni. Panopoulos quería probar con nuevas combinaciones e ingredientes, y así empezó a experimentar con casi cualquier cosa hasta dar con fórmulas que funcionaban.

Ninguna norma que pudiera ofender
Canadá carecía completamente de tradición pizzera y eso jugaba a su favor: no había ninguna norma que romper ni expertos a los que ofender.
Por entonces lo tiki había creado una especie de fenómeno en Estados Unidos, al que sus vecinos no fueron inmune. Hawái se convirtió en estado oficial en 1952 y surgió una especie de mito de paraíso de playa y sol en torno a su cultura, materializándose en forma de recetas y cócteles. La fruta tropical enlatada, particularmente la piña, invadió las despensas de medio planeta.
Un toque agridulce
Y así, un buen día de 1962, a Sam Panopoulos se le ocurrió introducir el concepto agridulce, tan típico de la cocina china, a su pizza. Abrió una lata de piña en almíbar, la escurrió bien y la repartió sobre la masa de tomate, queso y jamón. Y descubrió que funcionaba deliciosamente bien; la bautizó con el nombre de la marca de la fruta envasada y el resto es historia.
La creación de Panopoulos fue pura improvisación casual, como tantos otros inventos, y tiene el honor de haber abierto nuevos caminos.
Sentó un precedente que no solo convirtió la pizza hawaiana en uno de los platos más populares del mundo, también demostró que no hay normas ni esnobismos que valgan en esto de la cocina. Si su obra aparece incluida como uno de esos signature dishes que han definido la historia culinaria reciente, merece ser tratada con respeto.