La cerveza forma parte de la cultura y gastronomía española. Son pocos los que rechazan ir a tomar unas cañas con los amigos, además del deseo de tomarse esta refrescante y sana bebida en los calurosos días de verano.
La cerveza gusta, pero en ocasiones, las circunstancias hacen que debamos optar por la cerveza sin alcohol. En muchas ocasiones esta opción causa rechazo, porque el sabor varía o por simples prejuicios.
Aunque la cerveza sin alcohol se puede encontrar desde hace décadas en todo el mundo, en ningún país funciona como en España, donde el concepto “salir de cañas” no es un simple sinónimo de “emborracharse”: es el acto en torno al que gira nuestra convivencia social.
País líder en consumo de cerveza sin alcohol
La cerveza sin alcohol supuso en 2017 el 15 % de toda la cerveza que se bebió en España: un 3,8 % más que en 2016. Es, con bastante diferencia, el mayor porcentaje de consumo del mundo, donde la cuota de mercado de la sin no suele superar el 5 %.
Nuestro país no solo es líder en el consumo de cerveza sin alcohol, también en su desarrollo. España es probablemente el país con más variedad disponible de cerveza sin alcohol y la experiencia de nuestros maestros cerveceros en la materia es demandada a nivel internacional.
Un enorme esfuerzo de innovación
Fabricar una cerveza sin alcohol no es sencillo, básicamente porque es una bebida cuya formación depende por completo del alcohol.
La cerveza es el resultado de una fermentación, proceso en el que las levaduras obtienen energía de la transformación de la maltosa, entre otros azúcares, en alcohol.
Todas las cervezas sin alcohol giran en torno a dos procesos: se puede optar por hacer una fermentación corta, que apenas genere alcohol, con lo que la producción de aromas adicionales se resiente, o por eliminar el alcohol una vez terminada la fermentación, extrayendo este de diversas formas, lo que somete a la cerveza a procesos adicionales que pueden alterar su aroma original.