Las obras de Paul Cézanne vuelven tras 30 años sin pasar por España. En concreto recalan en el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid que acoge una retrospectiva hasta el 18 de mayo en la que repasa la trayectoria de uno de los grandes maestros del siglo XIX y XX, considerado padre del movimiento cubista.
Guillermo Solana, director artístico del Museo, es el comisario de esta muestra -la primera monográfica sobre el artista organizada en España en los últimos treinta años-, que explorará la relación entre dos géneros que el pintor frecuentó con la misma pasión: los paisajes y las naturalezas muertas.
Al igual que los impresionistas, Cézanne pinta sus paisajes al aire libre, sin embargo sus obras carecen de estaciones y horas del día, y los motivos de la naturaleza están colocados en una suerte de puesta en escena. De manera inversa, el pintor francés incorpora en sus bodegones los cambios y tensiones propios de la naturaleza, y los objetos que tradicionalmente transmiten estabilidad se apoyan los unos en los otros en un equilibrio precario.
Dialéctica entre el trabajo al aire libre y el estudio
El subtítulo de la exposición, site/non-site, evoca una pareja de conceptos forjada por Smithson en su propia creación, planteando la dialéctica entre el trabajo al aire libre y el estudio. Esta dialéctica se refleja a su vez en la relación entre paisaje y naturaleza muerta.
En la obra de Cézanne, el paisaje es el género dominante, identificado (como en sus compañeros impresionistas) con la práctica de la pintura al aire libre. Pero, a diferencia de los impresionistas, Cézanne otorga también una importancia decisiva a un género propio del taller: la naturaleza muerta. Cézanne cultivará ambos géneros pictóricos a lo largo de toda su carrera y establecerá una íntima conexión entre ellos, introduciendo en sus bodegones elementos paisajísticos y, recíprocamente, llevando a sus paisajes el orden de la naturaleza muerta.
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