Tras el terremoto y el posterior tsunami en Japón, los mayores de 65 años han sido los más perjudicados y la investigación revela que estos ancianos han ido a peor y por ello han padecido un mayor declive cognitivo que los que pudieron permanecer en sus hogares.
Hace cinco años que se produjo un terremoto de 9 grados de magnitud y el posterior tsunami en Japón (marzo de 2011), desastres que se llevaron a más de 15.000 personas. Aquellos que sobrevivieron son el sector más vulnerable de la población, además de ser los mayores de 65 años los más perjudicados.
Estas personas perdieron sus casas, pues sus respectivos barrios quedaron totalmente arrasados y destruidos. Debido a estos acontecimientos, han experimentado un empeoramiento en su salud mental. Por ello, un equipo de investigadores ha publicado en la revista PNAS un estudio que relaciona, por primera vez, el riesgo de sufrir demencia tras haber vivido un desastre.
El equipo, en colaboración con científicos japoneses, realizó un experimento con un grupo de mayores residentes en la ciudad costera de Iwanuma, situada a unos 80 km al oeste del epicentro del terremoto, donde más de la mitad del área terrestre quedó inundada tras el maremoto. Siete meses antes del desastre, estos ancianos ya habían participado en una encuesta sobre su salud, que formaba parte de un estudio sobre el envejecimiento. Dos años y medio después del tsunami, los científicos hicieron una encuesta de seguimiento entre los miembros de este mismo grupo.
La investigación revela que estos ancianos han ido a peor y por ello han padecido un mayor declive cognitivo que los que pudieron permanecer en sus hogares.
“Trasladar a los mayores a refugios temporales después de una catástrofe puede tener efectos no deseados porque no los se separa solo de su hogares, sino que también se los separa de sus barrios, y esto puede acelerar el deterioro cognitivo”, explica Hiroyuki Hikichi, autor principal del trabajo e investigador en el Harvard T.H. Chan School (EE UU).
Los datos del estudio
De los 3.566 supervivientes del tsunami de 65 años o más –los que fueron capaces de permanecer en sus casas y los que tuvieron que abandonarlas–, el 38% dice haber perdido familiares y amigos, y el 58,9% indica haber sufrido daños materiales.
Mientras que en la encuesta anterior al desastre solo el 4,1% de los participantes fue evaluado con síntomas de demencia, tras el tsunami el porcentaje ascendió a 11,5%. La prevalencia de accidentes cardiovascular se incrementó de 2,8% a 6,5%, así como la de hipertensión (de 54% a 57,2%). El porcentaje de personas que dejaron de interactuar con sus vecinos se duplicó, pasando de 1,5% a 2,9%.
Según el trabajo, las personas que fueron alojadas en casas temporales de acogida después de perder sus hogares fueron las que mayor declive cognitivo experimentaron, lo que se reflejó en depresión y disminución de las interacciones sociales entre amigos y familiares. Por el contrario, el estudio recalca que la pérdida de familiares y amigos no tuvo consecuencias en sus habilidades cognitivas.