El plástico ha dejado de ser un material de uso ocasional para convertirse en parte integral de nuestra vida cotidiana. Desde los envases de alimentos hasta el aire que respiramos, las partículas plásticas están presentes en todos los rincones de nuestro entorno. Sin embargo, ¿sabemos realmente cuánto plástico estamos ingiriendo y qué efectos podría tener sobre nuestra salud?
Los plásticos que usamos a diario, como los de los envases alimenticios, no desaparecen. A medida que estos materiales se descomponen, se transforman en partículas minúsculas conocidas como micro y nanoplásticos (MNP). Estas pequeñas partículas pueden ser tan diminutas que no somos capaces de verlas a simple vista, pero están presentes en el agua que bebemos, el aire que respiramos y, lo más preocupante, en los alimentos que consumimos.
Los estudios revelan que los humanos estamos expuestos a más de 3.600 sustancias químicas derivadas de los plásticos presentes en los envases de alimentos, conocidos como FCC (Food Contact Chemicals). Muchas de estas sustancias son potencialmente peligrosas para la salud, lo que ha encendido las alarmas sobre los riesgos de la exposición prolongada.
¿Afectan los microplásticos a nuestros órganos?
Uno de los principales temores relacionados con los microplásticos es que estas partículas no se quedan en el sistema digestivo, sino que tienen la capacidad de atravesar barreras biológicas fundamentales en el cuerpo humano. Investigaciones científicas han demostrado que los MNP pueden cruzar la barrera intestinal, e incluso llegar al cerebro, atravesando la barrera hematoencefálica. ¿El resultado? Estos plásticos podrían acumularse en órganos vitales y causar daños a largo plazo.
En modelos animales y cultivos celulares, se ha observado que los micro y nanoplásticos pueden provocar inflamación, daño en el ADN, alteraciones metabólicas, y otros efectos que podrían desencadenar problemas de salud graves. Sin embargo, los efectos específicos a largo plazo siguen siendo desconocidos, lo que plantea una pregunta importante: ¿es posible que ciertas enfermedades estén relacionadas con esta exposición acumulada?

¿Cuánto plástico es seguro?
A pesar de la creciente preocupación por los MNP, no existen estudios definitivos sobre los niveles de exposición segura. Las investigaciones actuales, que en su mayoría se basan en modelos animales y ensayos en laboratorio, aún no pueden replicar por completo la complejidad del cuerpo humano. Esto deja un vacío de conocimiento, ya que los efectos acumulativos y a largo plazo siguen siendo inciertos.
A nivel global, entidades como la FDA (Food and Drug Administration) en EE. UU. y la EFSA (European Food Safety Authority) en Europa están trabajando para evaluar los riesgos de exposición a estas sustancias. Sin embargo, las decisiones que toman se basan en los datos disponibles, que, aunque útiles, no siempre reflejan las condiciones reales de exposición diaria de las personas. ¿Es esto suficiente para garantizar nuestra seguridad? La incertidumbre persiste.
El plástico está en todas partes, pero ¿en qué cantidades?
La exposición a los microplásticos no se limita a los alimentos, ya que también están presentes en el agua y el aire que respiramos. Estos contaminantes son compuestos tan pequeños que resulta difícil detectarlos sin las tecnologías adecuadas. Por ejemplo, el bisfenol A (BPA) y los ftalatos, conocidos disruptores endocrinos, son sustancias químicas que se han estudiado extensamente debido a sus efectos en la salud. A medida que avanza la investigación, las agencias reguladoras han ido reduciendo las ingestas diarias tolerables de estas sustancias. Sin embargo, aún no se conocen todos los efectos potenciales de otras sustancias derivadas de los plásticos.
¿Cómo podemos reducir nuestra exposición al plástico?
Aunque las investigaciones siguen su curso, existen medidas que todos podemos tomar para reducir nuestra exposición al plástico. Los expertos sugieren evitar el uso de envases de un solo uso, como los que se utilizan para almacenar alimentos, y optar por materiales reutilizables y aptos para el contacto con alimentos. También se recomienda no calentar alimentos en plásticos no destinados a este uso, ya que el calor puede hacer que las sustancias químicas se liberen más fácilmente.